Saturday, July 17, 2021

El Marqués de Santillopis

El Marqués de Santillopis

Jorge Llopis Establier nació en Alicante o Alcoy en 1919 y murió en Madrid el 19 de noviembre de 1976. Según el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, cursó el bachillerato en Alcoy y vivió algún tiempo en París. También se dice que en 1960 viajó a Sudamérica. Fue actor de teatro y de cine y apareció como secundario en películas de cierto éxito como Pecado de amor (con Sara Montiel) o Las cuatro bodas de Marisol. Y pocos más datos hemos podido allegar sobre su vida personal.

Colaboró asiduamente en la revista humorística La Codorniz y en algunas otras menos conocidas hoy. Escribió obras de teatro, unas en colaboración con Tono (La viuda es sueño, Federica de Bramante, La última opereta) y otras en solitario (entre ellas La Tentación va de compras, Creo en ti pero me engañas, Niebla en el bigote, Susana quiere ser decente,...) El lector interesado puede ver aquí la comedia policiaca ¡Enriqueta sí, Enriqueta no!, emitida en Estudio 1 de TVE con dirección de Pilar Miró. Los Pelópidas es una parodia de tragedia griega que sigue siendo representada por aficionados y profesionales, como prueba la presencia de varias versiones de ella en Youtube. También escribió Llopis novelas paródicas y humorísticas como Lo malo de la guerra es que hace ¡pum! y Operación Paquita. La crítica, en general, no ha mostrado gran interés por estas obras ni las ha juzgado favorablemente; el ingenio verbal, el buen humor y la facilidad de escritura no son las cualidades mejor valoradas por críticos y académicos, y menos aún en aquellos años de literatura comprometida. Además, la inevitable comparación con Jardiel, Neville, Mihura y Tono lleva a tener en menos las aportaciones de nuestro autor. Pero ¿qué importa? Como él mismo escribió:

¿Los hombres? ¡Todos iguales!
«Unos vienen y otros van»,
según ha dicho Pemán
en unos juegos florales.
(Memento homo)

Lo que en esta bitácora más nos interesa de Jorge Llopis es su producción en verso. Era habilísimo versificador y así lo demuestran Las mil peores poesías de la lengua castellana, con nociones de gramática histórica, rudimentos de retórica y poética, y un falso florilegio de poetas laureados. El libro contiene perfectas parodias de los poetas de nuestro canon (y también inmisericordes críticas de las limitaciones técnicas de alguno de ellos). Aquí espigaremos en otro de sus libros de versos: La Rebelión de las Musas.

En los poemas recogidos en La Rebelión de las Musas Llopis sigue practicando la parodia de forma insuperable. ¿Cómo no reír con el loro que, apareciendo en el lugar del cuervo de Poe, reclama insistente chocolate?:

Dirigíme al ave impía
—disculpad que mis anhelos no recate—
y le dije: «Por mi tía
Rosalía
Cañabate,
que no sé si lo que has dicho es un dislate».
Más el pájaro, obstinado, repetía:
«¡Chocolate!»
(El Loro, aquí se puede escuchar el poema completo)

No pueden faltar algunas parodias de Federico, que llegaron casi a constituir por sí mismas un subgénero literario en aquellos años:

En sus axilas la noche
tiene diviesos de estrellas
y un serrucho de cigarras
le rasga la camiseta.
(Romance un poquito gitano)

Pero el ejemplo anterior muestra que había algo más que intención paródica en la musa de Llopis. ¿No percibe el lector la intensidad expresiva de las metáforas? Este rasgo se manifiesta aún más claramente en los poemas no paródicos del libro. El botijo es, entre otras muchas cosas,

Maceta sin sol ni albahaca,
ubre fósil de una vaca,
luz de chabola.
(Letanía al botijo)

Hablando de la letra de cambio, se dice

Por el cielo azul de España
flotan las letras de cambio:
antruejo de toma y daca,
carnestolendas a plazos,
con Miércoles de Ceniza
de protestos y notarios.
La letra es una clepsidra
que destila tiempo amargo,
[...]
(Romance de los papelitos)

¿Es posible dar una descripción más elocuente de la humilde patata?:

Pompis de vieja pánfila y beata,
rodillera en calzón de lugareño,
puño cerrado sin ardor ni empeño,
orquitis vegetal que se recata.
(Una patata)

¿O de la ropa tendida?:

Odres que el viento deja embarazados
y dan a luz —trombones pistonudos—
en parto sin dolor, aires cansados.
(Camisones al viento)

A veces a Llopis se le escapa manifestar un poquito de amor romántico por la naturaleza:

Se instalan sobre la hierba
lentas y protocolarias,
con el empaque rollizo
de unas matronas romanas
y con el guante de goma
que les cuelga entre las patas
a sus terneros lechales
amorosas amamantan.
¡Ay, madre, que pena pena
que me dan siempre las vacas...!
(Romance de las pobres vacas)

Y solemnes, concienzudas,
cistobalonas y pánfilas,
batiendo a punto de nieve
las nubes con sus patazas,
altivas como duquesas,
melindrosas, escolásticas,
las cigüeñas por el cielo
vuelan, ¡hala y hala y hala...!
(Diálogos de cigüeñas de bien)

Otras veces Llopis practica la sátira de costumbres (quizás por estos poemas los críticos estreñidos le rebajen la pena):

con el paso gasterópodo
que deja un rastro de baba,
por la ciudad —humo y frenos—
pasean los papanatas
[...]
Se despepitan perláticos
si pasa una chica guapa
algo ligera de ropa:
y ellos se vuelven, se paran,
y hacen mil gestos ambiguos
de horror, de pasmo y de alarma:
lluvia sodogorromítica
en una sola mirada.
(Romance de los papanatas)

Por un bostezo de pórticos
abierto siempre en la plaza,
con toda la noche dentro
de los pliegues de sus sayas,
agoreras y temblonas,
himenópteras y castas,
pasito a pasito vienen
por la calle las beatas.
(Retablillo de las beatas)

Y a veces la intensidad expresiva, teñida de un tremendismo solanesco o celiano, llega a turbar al lector:

Él, temblando de impotencia,
los vertederos mordía,
y ella seguía esperando
mientras la mañana, frígida,
con olor de sobaquillo
se revolcaba lasciva
y le daba al sol un beso
que sabía a calderilla.
(Romance de los lirios de arroyo)

El ex libris del día se imprimía violento
sobre las cortinillas de lluvia tristona
y las gárgolas, puercas, con la cabeza al viento,
vertían, ebrias de agua, su aérea vomitona
[...]
Y por las tortüosas callejas como tripas
del Tiempo, que digieren olvido y maleficio
me perdí y, rosigando altramuces y pipas
proseguí hacia el viscoso alborear del vicio.
(Hortus putrefactus)

Pero acabemos esta pequeña antología con algo más ligero. Por ejemplo, con estos burbujeantes y cantarinos juegos verbales:

Durango, Arrigorriaga,
Deusto, Sestao,
Luchana, Amorebieta,
Llodio y Bilbao.
Y en un templete
Portugal en pequeño:
Portugalete.
(Más seguidillas)

En Haití crece el bambú
y en Corfú el ajonjolí.
Sin embargo, en Alcalá
ni ajonjolí, ni bambú,
ni pepinillos, ni ná.
(Puntos de vista)

Amigo lector: quema tu Gil de Biedma y tu García Montero, y corre a leer a Llopis. Invócalo y quizás acuda a tu conjuro:

Di un golpe en un ataúd
y el muerto que estaba dentro
contestó: «How do you do?»
(Soleares)

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