Tuesday, September 3, 2019

Antonio de Gironella

El Gran Comunero

Don Antoni de Gironella i Aiguals murió en París el 4 de septiembre de 1855. Había nacido en Barcelona en julio de 1789 en una familia de ricos comerciantes. Fue liberal exaltado y destacado miembro de la sociedad secreta de los Comuneros, cuyo Gran Castellano de Cataluña fue. Tras diversas peripecias políticas —y disfrutando siempre de una más que desahogada posición económica— pasó en París los últimos años de su vida.

Además de panfletos políticos escribió obras dramáticas y poemas épicos y líricos. También tradujo la Odisea al castellano. Citemos como curiosidad sus Délassements d'un visigoth: macèdoine polyglotte, que contiene poemas en francés, castellano, italiano y catalán. También publicó unas Poesías sueltas que no hemos podido consultar. En el Museo de 1866 se le atribuyen un buen número de epigramas, de los que ofrecemos aquí una amplia selección.



A Manuela, agradecido
por ciertos dulces favores,
presentaba yo rendido
un ramo de ricas flores.

Pero, con cándidos modos,
díjome ella: «No hay de qué,
pues lo que hice con usté
me es muy natural con todos.»

———



De tí se quejan, Consuelo,
diciendo que eres ligera;
esa critica es severa,
pues que yo sé que tu anhelo
toma a Tito por modelo,
sabiendo que su manía
era hacer con gran desvelo
un dichoso cada día.

El emperador Tito dijo una noche a sus cortesanos que había perdido el día, pues durante él no había ayudado a nadie.

———



Leyó, con sentir profundo,
que al prójimo se ha de amar,
Colasa, y por no pecar
ama ciega a todo el mundo.

———



Dije a Juanita: —¡Hechicera!
Permite que te dé un beso.
Y ella respondió: —¡Tronera!
¿No ves que este es un exceso?

—¡Oh! —repliqué— solo es mero
don de amistad neta y pura.
Y ella con desenvoltura
dijo: —Si es así, no quiero.

———



Al verte por vez primera
tan hermosa y tan callada
díjome el alma asombrada:
«¿Por qué no habla esta hechicera?»

Pero luego, al escuchar
de tu charla la seguida,
repuso aquella afligida:
«¿Por qué no sabe callar?»

———



Murió la mujer de Antón,
y al cementerio llevada
de una zarza a la punzada
resucitó de rondón.

Algunos años después
volvió a fallecer de veras,
y por las sendas primeras
la llevaron al ciprés.

Mas el marido puntual
en precaver otro acaso,
exclamó al ver el mal paso:
«¡Cuidado con el zarzal!»

———



Manolita me decía:
«¿Hay suerte como la mía?
Procuro juntar caudal,
ser prudente y moderada,
pasar por mujer honrada,
¡y todo me sale mal!»

———



Contra el sexo hermoso un día
con acentos descompuestos
iba vertiendo denuestos
un jaque sin ton ni son.
Cierta dama que lo oía
dijo: «El padre del señor
pensó con igual rigor,
y fué siempre solterón.»

———



De un infiel enamorada,
suspirando el otro día,
Laura a Celia le decía:
—¿Acaso estás tú enterada
de algún secreto importante
que detenga al inconstante?
—Sí tal —responde la amiga.—
Uno sé muy valedero.
—¿Cuál es? —¿Quieres que lo diga?
—¡Pues no! —Dejarle primero.

———



Un amante fastidioso
le dijo a su dulcinea:
—No sé por qué, rigoroso,
tu amor nunca me tutea.

Parece que para ti
mi cariño sea el bu:
¡Oh! Dame siquiera un tú,
y desde este instante aquí

a cuanto imponer querrás
mi afición se compromete.
—¿Sí? —responde ella— Pues vete,
y en la vida vuelvas más.

———



Ya que el no tanto te gusta,
y a mí me complace el ,
quédese el no para ti,
que el amor todo lo ajusta.

De este modo, al decir yo:
«¿Conque sí que á mi pasión
negarás el galardón?»,
contéstame recio: «No.»

———



Luisa, pura y sin pecado,
vio a Lucas y se encendió;
Madre la dijo: —¡Cuidado!
Y ella: —Madre, ¿qué sé yo?

Diola el mozo un billetito,
y madre la sorprendió:
—¡Mira, niña, que me irrito!
—Pero, madre, ¿qué sé yo?

A solas en otro rato
un beso el galán cogió:
Vino madre: —¡Que te mato!
—¡Madre! ¡Madre! ¿Qué sé yo?

Al cabo al sumo delirio
llegaron, y tal salió
que él decía: —¡Qué martirio!
Y ella: —¡Lucas! ¿Qué sé yo?

———



Porque audaz Amor la hirió,
gritaba Silvia: «¡Piedad!»
Himeneo a su ansiedad
llegóse, y Amor huyó.

———



Dije a Melisa: —¡Hechicera!
¿Al fin no me has de querer?
Y respondió: —Tú has de ser
el último que yo quiera.

Entonces sin vacilar:
—Acoto tal esperanza
—repliqué— pues si hay tardanza,
sé que el turno ha de llegar.

———



Lucas, mercader ricacho,
de su graciosa mujer
llegó por fin á tener
un gordísimo muchacho.

Lleváronle á bautizar;
el acta registró el cura,
quien, porque es ley de cordura,
al padre la hizo firmar.

Mas Lucas, en su manía,
por su negocio obcecado,
firmó muy preocupado:
«De Lucas y compañía.»

———



Voluble naturaleza
a Gil unas barbas dio,
que de canas las cubrió
sin ninguna en la cabeza.

A cosa tan desusada
dijo con gracia un taimado:
«Aqueste buen hombre ha usado
más que el seso, la quijada.»

———



—¡Tienes, Juan, muy buen humor!
—Conmigo voy conversando.
—Mira que estás arriesgando
que te hable un adulador.

———



¡Dramaturgo fatal! ¿Ves en tu ciencia
de constancia a paciencia la distancia?
Silbarte, y escribir: esto es constancia;
tenerte que escuchar: esto es paciencia.

———



—Las obras de Gil —decía
un chulo— no tienen pares;
a más de treinta ejemplares
doy salida cada día.

—Pues, ¿dónde es usted librero
—un oyente preguntó—
que tanto alcanza? —¿Quién, yo?
—dijo cruel— Soy confitero.

———



Dijo un ricacho a un pobre romancero:
«¿Conoces tú qué cosa es opulencia?»
Y contestóle aquel: «La preeminencia
que tiene sobre el sabio el majadero.»

———



Mis versos, a mi entender,
si alguna vez tú los dices,
los sacas tan infelices
que tuyos parecen ser.

———



La diferencia que existe
entre un rey y un sastre es cruda;
pues el sastre al hombre viste,
mientras el rey le desnuda.

———



A un avaro oi decir,
compungido de un sermón:
«El cura tiene razón,
la limosna es escalón
que al cielo me hará subir;
pues con sincera afición
desde hoy la voy a pedir.»

———



—Muy botánico serás,
Gregorio, si no me engaño,
pues que hace ya más de un año
que el curso siguiendo estás.

—Ya, pero es que estoy sin pausa
sobre una planta. —¿Y cuál es,
que tanto estudio te causa?
—Es la planta de los pies.

———



El que tener no puede lo que quiere,
confórmese a querer lo que tuviere.

———



En cama al dolor postrada,
dijo una suegra a su nuera:
—Padezco cual condenada.
Y esta respondió arrestada:
—¿Tan pronto? No lo creyera.

———



Si con saña una hermosa se resiste,
ofendido el inglés se aparta altivo:
con gran dulzura el italiano insiste;
el español se aflige, mas cautivo;
canta el francés, a nuevo amor apela;
y el alemán bebiendo se consuela.

———