Saturday, November 25, 2017

Lope de Vega

El Monstruo de la Naturaleza

Frey Félix Lope de Vega y Carpio, el Fénix de los Ingenios, el Monstruo de la Naturaleza, nació en Madrid el 25 de noviembre de 1562. Infatigable trabajador y mujeriego compulsivo, soldado y sacerdote, padre de incontables hijos y autor de innumerables comedias, finalmente descansó en paz en Madrid el 27 de agosto de 1635.

Fundador del teatro clásico español, también tuvo tiempo para escribir unos 3.000 sonetos y para ser un gran poeta humorístico. En sus Rimas aparece una colección de epitafios, de los que seleccionamos un puñado:

De Antímaco, astrólogo

Yace un astrólogo aquí

que a todos pronosticaba

y que jamás acertaba

a pronosticarse a sí.

De una coz y mil molestias

le mató una mula un día,

que entiende la astrología

al cielo, más no a las bestias.

———



De Falsirena, vieja

Moza fui, gocé mi edad;

pero cuando vieja fui

otras gozaron por mí

su hermosura y libertad.

Setenta años vi el sereno

cielo, vivilos al justo,

los cuarenta con mi gusto,

los treinta con el ajeno.

———



De Erástenes, médico

Enseñé, no me escucharon;

escribí, no me leyeron;

curé mal, no me entendieron;

maté, no me castigaron.

Ya con morir satisfice;

¡oh Muerte!, quiero quejarme:

bien pudieras perdonarme

por servicios que te hice.

———



De Filonte, bravo

Hendí, rompí, derribé,

rajé, deshice, rendí,

desafïé, desmentí,

vencí, acuchillé, maté.

Fui tan bravo, que me alabo

en la misma sepultura.

Matome una calentura:

¿cuál de los dos es más bravo?

———



De Tomás Moro, inglés

Aquí yace un Moro santo

en la vida y en la muerte,

de la Iglesia muro fuerte,

mártir por honrarla tanto.

Fue Tomás y, más seguro,

fue Bautista que Tomás,

pues fue sin volver atrás

mártir, muerto, moro y muro.

———



Y aquí unos cuantos sonetos entresacados de las Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos.

Cuenta el poeta la estimación que se hace en este tiempo de los laureles poéticos

Llevome Febo a su Parnaso un día

y vi por el cristal de unos canceles

a Homero y a Virgilio con doseles,

leyendo filosófica poesía.

Vi luego la importuna infantería

de poetas fantásticos noveles,

pidiendo por principios más laureles

que anima Dafnes y que Apolo cría.

Pedile yo también por estudiante,

y díjome un bedel: —Burguillos, quedo,

que no sois digno de laurel triunfante.

—¿Por qué?— le dije. Y respondió sin miedo:

—Porque los lleva todos un tratante

para hacer escabeches en Laredo.

———



Describe un monte sin qué ni para qué

Caen de un monte a un valle, entre pizarras

guarnecidas de frágiles helechos,

a su margen carámbanos desechos,

que cercan olmos y silvestres parras.

Nadan en su cristal ninfas bizarras,

compitiendo con él cándidos pechos,

dulces naves de Amor, en más estrechos

que las que salen de españolas barras.

Tiene este monte por vasallo a un prado

que para tantas flores le importuna:

sangre las venas de su pecho helado.

Y en este monte y líquida laguna,

para decir verdad, como hombre honrado,

jamás me sucedió cosa ninguna.

———



A un zapato muy grande y desaseado de una dama

¿Quién eres, celemín? ¿Quién eres, fiera?

¿Qué pino te bastó de Guadarrama?

¿Qué buey que a Medellín pació la grama

te dio la suela en toda su ribera?

¿Eres, ramplón, de Polifemo cuera,

bolsa de arzón, alcoba o media cama?

Aquí, de los zapatos de mi dama,

que me suelen servir de bigotera.

¡Oh, zapato cruel!, ¿cuál será el anca

de mula que tiró tal zapateta?

¡Y aun me aseguran que el talón le manca!

Pues no te iguala bota de vaqueta,

este verano voy a Salamanca

y te pienso llevar para maleta.

———



Desea afratelarse, y no le admiten

Muérome por llamar Juanilla a Juana,

y son de tierno amor afectos vivos,

y la cruel, con ojos fugitivos,

hace papel de yegua galiciana.

Pues, Juana, agora que eres flor temprana

admite los requiebros primitivos;

porque no vienen bien diminutivos

después que una persona se avellana.

Para advertir tu condición extraña,

más de alguna Juanaza de la villa

del engaño en que estás te desengaña.

Créeme, Juana, y llámate Juanilla;

mira que la mejor parte de España,

pudiendo Casta, se llamó Castilla.

———



Conjura un culto, y hablan los dos de medio soneto abajo

—Conjúrote, demonio culterano,

que salgas deste mozo miserable,

que apenas sabe hablar, caso notable,

y ya presume de Anfïón tebano.

Por la lira de Apolo soberano

te conjuro, cultero inexorable,

que le des libertad para que hable

en su nativo idioma castellano.

—¿Por qué me torques bárbara tan mente?

¿Qué cultiborra y brindalín tabaco

caractiquizan toda intonsa frente?

—Habla cristiano, perro. —Soy polaco.

—Tenedle, que se va. —No me ates, tente,

suéltame. —Aquí de Apolo. —Aquí de Baco.

———



Laméntase Manzanares de tener tan gran puente. Habla el río

¡Quítenme aquesta puente que me mata,

señores regidores de la villa!

¡Miren que me ha quebrado una costilla,

que aunque me viene grande me maltrata!

De bola en bola tanto se dilata,

que no la alcanza a ver mi verde orilla;

mejor es que la lleven a Sevilla,

si cabe en el camino de la Plata.

Pereciendo de sed en el estío,

es falsa la causal y el argumento

de que en las tempestades tengo brío.

Pues yo con la mitad estoy contento,

tráiganle sus mercedes otro río

que le sirva de huésped de aposento.

———



Tuesday, November 14, 2017

Miguel de los Santos Álvarez

Lo bueno, si breve...

Don Miguel de los Santos Álvarez y Unzueta murió en Madrid el 15 de noviembre de 1892. Había nacido en Valladolid el 5 de julio de 1818 de padre abogado y liberal. Estudió leyes en su ciudad natal y fue amigo de Zorrilla y aún más de Espronceda. Tras las revueltas de 1848 hubo de emigrar a París. A su vuelta sirvió a la Administración y llegó a ser ministro plenipotenciario en Méjico y consejero de Estado.

Según dice don Narciso Alonso Cortés, y no es cosa de contradecirle, en su obra literaria

se mezclan, en brusquedades y rasgos geniales,los más delicados chispazos de sentimiento con las más sutiles reflexiones y los alardes del mayor escepticismo.

En aquellos días fue famosísimo su poema María. Escribió algunas poesías y prosas en las más selectas revistas literarias y publicó un libro de cuentos y la novelita La protección de un sastre. Autor muy original y de corta obra, a nosotros nos interesa especialmente; pues, como dice el mismo Alonso Cortés, acaso ningún escritor español le haya igualado en la senda del humorismo. Prueba de ello son sus Fábulas de 1845 (de las que no he encontrado edición digital) y las dos adicionales que aparecen en el sicalíptico Cancionero moderno de obras alegres.

Fábulas

Un gato y un ratón se convinieron,

y recíprocamente se comieron.

¡Efectos de la gula, mal pecado,

que debes evitar, Teotimo amado!

———



El diablo, por jugar, una mañana

se puso una sotana,

y se fué á decir misa

sin casulla y en mangas de camisa;

pero al llegar al atrio de la iglesia,

se convirtió en estatua de magnesia.

¡No te burles jamás del ritual,

porque esto sale casi siempre mal!

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Un Rey encontró un día

a un clérigo manchego, que leía;

saludó el Rey, y el cura saludó,

y el Rey pasó, y el clérigo pasó.

¡Sé urbano y comedido con las gentes,

y probarás mil gozos inocentes!

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Un gato enamorado con exceso

de una ratona, quiso darle un beso,

mas apenas besóla, que tragóla,

sin saber lo que hacia, hasta la cola;

y tragada una vez, por compasión

hizo de ella una buena digestión.

¡Amado Teotimo, no te aflijas

y haz leer esta fábula á tus hijas!

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Un perro catalán y un gato griego,

los dos apasionados por el juego,

y los dos arruinados

por las fatales suertes de los dados,

se hallaron ambos por acaso juntos

en casa de uno de los mil difuntos

que por razón de su carácter serio

habitaban un triste cementerio,

y era el difunto (aunque advertencia vana,

pues de difunto el nombre

indica vaina de alma siempre de hombre),

era el difunto de la especie humana.

Como eran tres, el caso era sencillo,

armaron una mesa de tresillo;

y en el difunto hallaron perro y gato

la horma de su zapato;

si ellos jugaban toda su fortuna,

que, afortunadamente, era ninguna,

él, más ciego, jugaba en la partida.

¡tal era su pasión! su propia vida.

No hay que decir que al fin de la velada,

aquel que más ganó, no ganó nada.

¡Teotimo, por Dios, nunca en tus cuentas

cuentes con las pasiones vïolentas!

———



Del Cancionero de obras alegres

En el calor de su amoroso trato

una gata gozaba sobre un gato;

y sé de buena tinta

que al mes cabal el gato estaba encinta.

Esto, amado Teótimo, te enseña

que el que cae debajo es quien se empreña.

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Cierto prelado metropolitano

daba a sus familiares por el ano.

Trae mil inconvenientes

la familiaridad con ciertas gentes.

———



Tuesday, November 7, 2017

Manuel Bretón de los Herreros

Un hombre importante

Don Manuel Bretón de los Herreros murió de pulmonía en Madrid el 8 de noviembre de 1873. Había nacido en Quel (Logroño) el 19 de diciembre de 1796. Luchó como voluntario en los meses finales de la Guerra de la Independencia y continuó en el ejército durante unos años; pero era más fuerte su vocación a la vida literaria, y a ella se consagró. Triunfó en el teatro como autor de comedias e influyó como quien más en la vida intelectual madrileña. Fue director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia desde 1837 y su secretario perpetuo.

Bretón es célebre como comediógrafo, pero también escribió poesías sueltas; la mayoría están recogidas en un volumen que puede encontrarse aquí (Biblioteca Nacional) o aquí (Biblioteca Cervantes Virtual). Entre ellas hay un puñado de epigramas justamente célebres. Son estos:



I. A un recién poeta de pocas esperanzas

Voy a hablarte ingenuamente:

tu soneto, don Gonzalo,

si es el primero, es muy malo;

si es el último, excelente.

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II. A otro mal poeta

Juan sus versos publicó,

no tan lindos como piensa;

y al entregarlos clamó:

"Sude con ellos la prensa,

que más he sudado yo."

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III. A un disforme y minucioso cartel en que se anunciaba un libro muy pequeño

—¡Qué anuncio para un dozavo!

—Tres reales piden por él.

—No daré yo ni un ochavo.

—¿Por qué razón? —Porque acabo

de leerle en el cartel.

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IV. A un mal actor, al acabarse la tragedia que representaba

Llegó el ansiado momento

de las puñaladas fieras.

Ya se acabó mi tormento.

¡Pésimo actor, sólo siento

que no hayas muerto de veras!

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V. Margaritas a puercos

Pardo a un corro de camellos

su Clitemnestra leyó.

"¿Quién ha muerto?" preguntó

al concluir uno de ellos,

y Pardo le dijo: "¡Yo!"

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VI. A un plagiario

No hay que decir a Facundo

que estudie buenos modelos.

¡Si los sabe de memoria!

Testigos, todos sus versos.

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VII. A un mal autor que dejó escrita su vida

Su vida escribió Benito

a los siglos por venir.

Bien hizo el autor maldito;

que si él no la hubiera escrito,

¿quién la habría de escribir?

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VIII. A un mal actor, sordo por añadidura

Eres oprobio del arte,

y sordo, que es lo peor.

Ni aun tiene el espectador

el consuelo de silbarte.

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IX. A un necio, titiritero de afición

Ese hombre, cuyo renombre

puebla Corte y arrabales,

a todos los animales

remeda..., menos al hombre.

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X.

Para un viejo, almacén de desengaños,

si en la esfera no está de los pudientes,

son los amigos lo que son los dientes:

se mellan y se pudren con los años.

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XI.

Dejome el Sumo Poder,

por gracia particular,

lo que había menester:

dos ojos para llorar...

y uno solo para ver.

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Bretón era tuerto.

El epigrama de Bretón tal vez más agudo y famoso no está recogido en el volumen de sus Poesías. Es este, dedicado a su vecino el doctor Pedro Mata:

Vive en esta vecindad

cierto médico poeta

que al pie de cada receta

pone "Mata". Y es verdad.

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Y, para acabar, un bonito soneto A la pereza.

¡Qué dulce es una cama regalada!

¡Qué necio el que madruga con la aurora,

aunque las musas digan que enamora

oír cantar a un ave la alborada!

¡Oh qué lindo en poltrona dilatada

reposar una hora, y otra hora!

Comer, holgar..., ¡qué vida encantadora

sin ser de nadie, y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo

ya, tendido a la larga, me acomodo.

De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y de tal modo

tu estúpida modorra a entrarme empieza,

que no acabo el soneto... de per...

———