Saturday, December 8, 2018

Haikús de poniente

HAIKÚS DE PONIENTE

Floresta de haikús bosquejados por autores antiguos y modernos

puestos en limpio

por el doctor Joseph Pérez

Málaga, MMXV


Benévolo lector:

De doscientos cahíces de versos que cerní quedaron un puñado de palabras sutiles que aquí te presento vestidas en traje de japón.

Si a tu parecer hay aún demasiados yoes y demasiadas metáforas, acuérdate de Issa y de Onitsura y acaso sabrás perdonarme; si por ventura echas menos palabras de estación, repara en que no quise añadir cosa que no estuviera en su original; y, sea tu juicio el que fuere, a lo menos considera que te ofrezco esta obrilla sin más pretensión que la de darte ocasión de solaz. Vale.


Reglón de letras
holandesas; los gansos
van por el cielo.

ISHUU



—1—

Un gorrïón
de noche en el tejado.
¡Cuán solo vela!
(fuente)



—2—

Están brotando
los garbanzos dorados
en la ribera.
(fuente)



—3—

Media la noche.
Las Pléyades se ocultan,
yazgo aquí sola.

(fuente)



—4—

Se hunde el arado;
entre rotos terrones
brilla la reja.
(fuente)



—5—

Los avellanos
en flor: bailan bellidas
las tres hermanas.
(fuente)



—6—

Van a dormir
dos ánades al campo
entre las flores.
(fuente)



—7—

¡Qué dulces son
las mañanas de abril
para dormir!
(fuente)



—8—

Pino florido,
ruïnes son las aves
que en tí hacen nido.
(fuente)



—9—

La fuente fría;
todas las avecicas…
falta la tórtola.
(fuente)



—10—

Está con cintas
de azándar y verbena
ceñido el río.
(fuente)



—11—

Por el taraje
va trepando la hiedra
inexplicable.
(fuente)



—12—

Ha vuelto el sol
y ha bordado en las nubes
unos giraspes.
(fuente)



—13—

Al arca torna
la blanca palomica
con verde ramo.
(fuente)



—14—

Entre las hojas
pintadas de una rosa
vierto mis lágrimas.
(fuente)



—15—

El Guadalhorce
baña el verde amaranto
y la espadaña.
(fuente)



—16—

Plumas y cielo;
las grullas caracteres
forman alados.
(fuente)



—17—

Sobre lo azul
su letra al viento escriben
alas de grulla.
(fuente)



—18—

Corre Lozoya.
Sobre la margen verde
se yergue un álamo.
(fuente)



—19—

Plumero en cañas.
Tocada la corriente,
de placer tiembla.
(fuente)



—20—

Balcón oscuro,
de ti no cuelgan nidos
de golondrinas.
(fuente)



—21—

Al cielo tres
hojas, al suelo tres
el lirio tiende.
(fuente)



—22—

Naves de Tarsis
por el viento solano
hechas pedazos.
(fuente)



—23—

Prado segado.
En la tierra penetra
la lluvia justa.
(fuente)



—24—

Sauce llorón,
no suena la guitarra
que de ti cuelga.
(fuente)



—25—

Hasta el lagarto
se oculta y busca el fresco
en los zarzales.
(fuente)



—26—

Fresas rastreras.
Se esconde una culebra
entre la hierba.
(fuente)



—27—

¡Calor de estío!
Hinchada está la yema
en el sarmiento.
(fuente)



—28—

Ronco murmullo.
Hecha espuma en la acequia
el agua cae.
(fuente)



—29—

Rompe en las rocas
el tumbo de alta mar
y entra callado.
(fuente)



—30—

Casi hasta el muslo
llega la cinta púrpura
de la sandalia.
(fuente)



—31—

Ramas cortadas
cabe la fuente seca;
¡Alegre estoy!
(fuente)



—32—

El mar en calma.
La gran nave en la playa
es un castillo.
(fuente)



—33—

En el silencio
un susurro de abejas
solo se escucha.
(fuente)



—34—

En el jardín
los jazmines al suelo
libres se entregan.
(fuente)



—35—

So la gran puente
el menguado caudal
que un burro mea.
(fuente)



—36—

Sube el cohete
alto al cielo entre fuego.
¡Olor molesto!
(fuente)



—37—

Yace un gitano
a la sombra de un chopo.
Las moscas le andan.
(fuente)



—38—

Salta la espuma.
En la playa la ropa
puesta a secar.
(fuente)



—39—

Noche en el bosque.
La luz entre las hojas
es un gusano.
(fuente)



—40—

Un ruiseñor
se entretiene cazando
una luciérnaga.
(fuente)



—41—

Lejana tapia
roja: flota detrás
una palmera.
(fuente)



—42—

El pecho blanco
de una gaviota sobre
el cielo azul…
(fuente)



—43—

Abejaruco:
¡Un clavo en la verruga
tiene la encina!
(fuente)



—44—

Dulce manzana
roja, ¿quién te olvidó?
No me alcanzaron.
(fuente)



—45—

¡Qué agitación!
Hasta esa tiesa encina
mece su copa.
(fuente)



—46—

¡Castaño erguido!
De cada árbol al pie
los frutos yacen.
(fuente)



—47—

Puertas abiertas:
volaron los azores
de las alcándaras.
(fuente)



—48—

Tarde en la fuente;
el agua fría vuelven
ciervos del monte.
(fuente)



—49—

Voy mal seguro,
la lluvia menudica,
la noche oscura.
(fuente)



—50—

La mar salada;
un viento se levanta,
dame en la cara.
(fuente)



—51—

Herida va
la garza; malherida
y gritos da.
(fuente)



—52—

¡Válame Dios
que los ánsares vuelan!
¡Saben volar!
(fuente)



—53—

Mezclan deportes
en los jardines mientras
busco sepulcros.
(fuente)



—54—

La sombra aprisa
por la falda del monte
corriendo viene.
(fuente)



—55—

Un conejuelo
el viento consultando
para salir.
(fuente)



—56—

Se encrespa el perro
contra la hoja volátil
de una coscoja.
(fuente)



—57—

Por el camino
descansan al arrimo
de los sepulcros.
(fuente)



—58—

Cae la pera
por entre las hojitas
que el viento mece.
(fuente)



—59—

Están frescas
sobre la sepultura
las siemprevivas.
(fuente)



—60—

Hojas de roble
se revuelven y giran
y caen al fango.
(fuente)



—61—

Ya sale el sol.
En la besana escueta
la alondra y yo.
(fuente)



—62—

¡Rumor del monte!
Gotas de agua que ruedan
por la hojarasca.
(fuente)



—63—

Teme y le tiemblan
las plumas en el ala
a la paloma.
(fuente)



—64—

Humo en los techos
allá lejos. ¡Cuán grandes
caen las sombras!
(fuente)



—65—

Mar levantada;
en la iglesia de Vigo
miro las olas.
(fuente)



—66—

Llegó febrero:
un gato va maullando
por el desván.
(fuente)



—67—

El mar esconde
las frentes de los montes
bajo sus olas.
(fuente)



—68—

Gente en el puerto
y gente en la cabaña;
viento del norte.
(fuente)



—69—

Se abren las nubes:
la cumbre de Moncayo
cubre la nieve.
(fuente)



—70—

Pastores, perros,
chozas, ganado veo
sobre las aguas.
(fuente)



—71—

Nieve de invierno:
bellotas y castañas
en el brasero.
(fuente)



—72—

Flores de almendro:
las nieves al calor
se anticiparon.
(fuente)



—73—

El río corre
y corre entre las ruinas
de la ciudad.
(fuente)



—74—

Caen los párpados
de la doncella; nieva
sobre violetas.
(fuente)



—75—

¡Rayo de luna!
Iztaccíhuatl devuelve
blanco fulgor.
(fuente)



—76—

Entre la escarcha
del prado va la loca.
¡Cabellos canos!
(fuente)



—77—

En la cocina
colgado de las patas.
¡Pollo sin plumas!
(fuente)



—78—

Manos rugosas
de abuela: escapa el niño
por blanda alfombra.
(fuente)



—79—

Sin hacer ruido
a conocer el valle
bajó la nieve.
(fuente)



—80—

Bandera blanca
al aire de la sierra.
¡Almendro en flor!
(fuente)



—81—

¡Ya la conoce!
Comienza a sonreír
el pequeñuelo.
(fuente)



—82—

Llegan las olas
a la ermita del santo
y la rodean.
(fuente)



—83—

De mis garcetas
lavadas en la fuente,
¡cuánto me pago!
(fuente)



—84—

Día domingo:
Álora bien cercada
a par del río.
(fuente)



—85;

Las tres mozuelas;
sus camisas remojan
en la corriente.
(fuente)



—86—

Vuelvo por él.
Bullicioso arroyuelo
que me salpica.
(fuente)



—87—

Le da la llama
del horno a la señora,
¡qué colorada!
(fuente)



—88—

En la ribera
tuerce y lava la niña:
enjuga el aire.
(fuente)



—89—

Torpe herbolario,
junto al mar voy buscando
hierbas del monte.
(fuente)



—90—

En la fontana
las manos de la niña
sobre la trenza.
(fuente)



—91—

¡Tan manso va!
El camino del río
los ojos siguen.
(fuente)



—92—

Sobre la mesa
una morcilla oronda.
¡Ay, cómo pica!
(fuente)



—93—

Las olas baten
rocas enrojecidas.
¡Sangre de foca!
(fuente)



—94—

Una, dos, tres
estrellas, veinte, ciento,
mil, un millón…
(fuente)



—95—

Medias y capas
orinó su perrito.
¡Ríe madama!
(fuente)



—96—

Engulle y grita
ante el tazón hirviente
de chocolate.
(fuente)



—97—

De un yaraví
desde un tambo lejano
llega el sonido.
(fuente)



—98—

La hierba hollada
por ese caminante,
¿es un camino?
(fuente)



—99—

Solo y penoso
con la ropa gastada
voy por el prado.
(fuente)




En el zarzal
hay más de diecisiete
moras maduras.


—1—
Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in tecto.
Salmo 101,8.
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—2—
χρύσειοι δ' ἐρέβινθοι ἐπ' ἀιόνων ἐφύοντο
Safo, fragmento P 143
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—3—
Δέδυκε μὲν ἀ σελάννα
καὶ Πληίαδες· μέσαι δὲ
νύκτες, παρὰ δ’ ἔρχετ’ ὤρα,
ἔγω δὲ μόνα κατεύδω
Safo, fragmento D 94
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—4—
depresso incipiat iam tum mihi taurus aratro
ingemere et sulco attritus splendescere vomer.
Virgilio, Geórgicas I 45—46
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—5—
Bailemos agora, por Deus, ai velidas,
so aquestas avelaneiras frolidas,
e quen for velida, come nós velidas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras frolidas
verrá bailar
Johan Zorro, Cantiga B 1158/V 761 (y Airas Nunes: Cantiga B 879/ V 462.)
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—6—
Dos ánades, madre,
que van por aquí,
mal penan a mí.
Al campo de flores
iban a dormir.
mal penan a mi.
Cancionero
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—7—
Las mañanas de abril
dulces eran de dormir
Cancionero
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—8—
¡Oh, pino, oh pino,
pino florido
Maldita sea el ave
que en ti hace nido
Cancionero
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—9—
Fontefrida, Fontefrida,
Fontefrida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar consolación,
si no es la tortolica
que está viuda y con dolor.
Romancero
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—10—
Honra del mar de España, ilustre río
que con cintas de azándar y verbena
ciñes tu imagen, de claveles llena,
haciendo alegre ultraje al cierzo frío,
[…]
Pedro de Espinosa, Soneto «Al Guadalhorce»
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—11—
Por flegibles tarahes sube y trepa
la inexplicable yedra, y los contentos
ruiseñores trinando, allí no hay selva
que en mi alabanza a responder no vuelva.
Pedro de Espinosa, «Fábula de Genil» v. 61—64
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—12—
Salió mi sol, y de dorados jaspes
vistió su oriente, y de esmeraldas finas
los altos montes y las llanas tierras,
bordó las vagas nubes de giraspes,
[…]
Hipólita de Narváez, Soneto «Fuese mi sol y vino la tormenta»
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—13—
La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado,
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.
San Juan de la Cruz, Cántico espiritual
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—14—
[…]
que me guardes las lágrimas que vierto
en tu pintado seno […]
Luis Martín de la Plaza, Soneto «Reina de esotras flores, fresca rosa»
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—15—
Sobre el verde amaranto y espadaña
que Guadalhorce baña
tenia con dorada llave el sueño
cerrados los dos ojos, claros soles
de mi hermoso dueño,
[…]
Luis Martín de la Plaza, Canción «Sobre el verde amaranto y espadaña»
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—16—
volantes no galeras
sino grullas veleras,
tal vez creciendo, tal menguando lunas,
sus distantes extremos
caracteres tal vez formando alados
en el papel dïáfano del cielo
las plumas de su vuelo.
Luis de Góngora, Soledad Primera v. 605—611
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—17—
Ya tituló al verano ronca seña;
vuela la grulla en letra, y con las alas
escribe el viento y, en parleras galas,
Progne cantora su dolor desdeña.
Francisco de Quevedo, Soneto «Ya tituló al verano ronca seña»
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—18—
Del claro río sobre el verde margen
crecen frondosos álamos, que al cielo
ya erguidos alzan las plateadas copas
[…]
Gaspar M. de Jovellanos, Epístola a Anfriso desde El Paular
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—19—
Y si al cubrir sus círculos de plata
con sus plumeros blandos y sencillos
la caña dócil la corriente roza,
trémula el agua de placer solloza.
José Selgas, «El estío» v. 45—48
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—20—
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!
Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas LIII
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—21—
Tres hojas los lirios al cielo levantan;
las otras tres hojas al suelo desprenden;
a Dios, las primeras, sublimes ascienden;
al hombre, las otras, se inclinan y cantan.
Salvador Rueda, Soneto «Tres hojas los lirios al cielo levantan»
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—22—
in spiritu vehementi conteres naves Tharsis
Salmo 47, 8
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—23—
Descendet sicut pluvis in vellus
et sicut stillicidia stillantia super terram.
Salmo 72, 6
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—24—
In salicibus in medio eius
suspendimus organa nostra
Salmo 136, 2
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—25—
nunc etiam pecudes umbras et frigora captant
nunc virides etiam occultant spineta lacertos
Virgilio, Églogas II v. 8—9
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—26—
Qui legitis flores et humi nascentia fraga,
frigidus, o pueri, fugite hinc, latet anguis in herba.
Virgilio, Églogas III v. 92—93
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—27—
solstitium pecori defendite: iam venit aestas
torrida, iam lento turgent in palmite gemmae.
Virgilio, Églogas VII v. 47—48
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—28—
[…] illa cadens raucum per levia murmur
saxa ciet, scatebrisque arentia temperat arva.
Virgilio, Geórgicas I v. 109—110
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—29—
est in secessu longo locus: insula portum
efficit obiectu laterum, quibus omnis ab alto
frangitur inque sinus scindit sese unda reductos.
Virgilio, Eneida I v. 159—161
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—30—
virginibus Tyriis mos est gestare pharetram
purpureoque alte suras vincire coturno.
Virgilio, Eneida I v. 336—337
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—31—
Vós lhi tolhestes os ramos en que pousavan
e lhis secastes as fontes u se banhavan;
«Leda m’and’eu»
Nuno Fernández Torneol: Cantiga B 641/V 242
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—32—
Pren-me'n axí com a l patró qu·en platga
té sa gran nau e pens aver castell;
Ausias March, Canto «Pren-me 'n així com al patró qu en platja»
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—33—
En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba
Garcilaso, Égloga III v. 79—80
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—34—
Los vistosos jazmines
en su candor ostentan
lo lindo de tus manos
y liberal franqueza,
porque sin aguardar
que los cojan por fuerza
ellos se dan al suelo
sin hacer resistencia.
Sor Marcela de San Félix, Romance «En estas verdes hojas»
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—35—
—Me dí ¿cómo has menguado y has crecido?
¿Cómo ayer te vi en pena, y hoy en gloria?
—Bebióme un asno ayer, y hoy me ha meado.
Luis de Góngora, Soneto «Duélete de esa puente, Manzanares»
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—36—
Gira con furia, mas fenece presto
su curso artificial y acelerado,
dejando por señal de que ha pasado
reliquias tristes de un olor molesto.
Alonso de Bonilla, Soneto «Es el cohete un hilo manifiesto»
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—37—
A la sombra de un chopo
yace un gitano,
tendido boca arriba,
muerto o borracho;
y por la boca,
la nariz y los ojos
le andan las moscas.
Antonio Ros de Olano, «Figura tomada del natural»
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—38—
—¿Te embarcas?— gritaban; y yo sonrïendo
les dije al pasar:
—Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas LXXII
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—39—
Hay quien de noche, en el bosque,
se encanta ante el puro brillo
de una luz que entre las hojas
del césped se abre camino;
yo no, no puedo encantarme
y a aquella luz me aproximo,
hasta encontrar el gusano…
¡y hago en el mundo lo mismo!
Joaquín Bartrina, «Ecce Homo!»
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—40—
Un ruiseñor estaba entretenido
cogiendo una luciérnaga, y a guisa
de farol la llevaba hacia su nido
para dar a sus hijos miedo y risa.
Joaquín Bartrina, «Delirium»
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—41—
Allá lejos, muy lejos, una palmera
Tras unas tapias rojas, a grande altura,
Como el airón flotante de una cimera,
Levanta su penacho de fronda obscura.
Francisco A. de Icaza, Soneto «Azul cobalto el cielo, gris la llanura»
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—42—
Arde el ambiente. En la abrasada costa
el mar prendido de las rocas calla;
pinta en lo azul del cielo la gaviota
su blanco pecho y cenicientas alas.
Amós de Escalante, «Meridies»
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—43—
chilló el abejaruco
clavado en la berruga de la encina
José María Gabriel y Galán, Campesinas, «La romería del amor»
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—44—
οἶον τὸ γλυκύμαλον / ἐρεύθεται ἄκρῳ ἐπ' ὔσδῳ,
ἄκρον ἐπ' ἀκροτάτῳ, / λελάθοντο δὲ μαλοδρόπηες,
οὐ μὰν ἐκλελάθοντ', ἀλλ' οὐκ ἐδύναντ' / ἐπίκεσθαι
Safo, fragmento P 105a
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—45—
tum vero in numerum Faunosque ferasque videres
ludere, tum rigidas motare cacumina quercus;
Virgilio, Églogas VI, 27—28
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—46—
Stant et iuniperi et castaneae hirsutae;
strata iacent passim sua quaeque sub arbore poma;
Virgilio, Églogas VII, 53—54
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—47—
Vio puertas abiertas e uços sin cañados,
alcándaras vazías sin pielles e sin mantos
Poema de Mío Cid v. 3—4
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—48—
Tardei, mha madre, na fontana fria,
cervos do monte a augua volvian;
«Os amores ei»
Pero Meogo, Cantiga B 1192/V 797
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—49—
Llueve menudico
y hace la noche oscura,
el pastorcillo es nuevo,
non iré segura.
Cancionero
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—50—
Levantose un viento
de la mar salada
y diome en la cara.
Cancionero
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—51—
Malherida va la garza
sala va y gritos daba.
Ribericas de aquel río
donde la garza hace su nido,
sola va y gritos daba.
Cancionero
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—52—
¡Válame Dios, que los ánsares vuelan!
¡Válame Dios, que saben volar!
Cancionero
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—53—
Colguen les gents ab alegria festes,
loant a Déu, entremesclant deports;
places, carrers e delitables orts
sien cerquats ab recont de grans gestes;
e vaja yo los sepulcres cerquant,
interrogant ànimes infernades
Ausias March, Canto «Colguen les gents ab alegria festes»
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—54—
la sombra se veía
venir corriendo apriesa
ya por la falda espesa
Garcilaso de la Vega, Égloga I, v. 414—416
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—55—
A pocos pasos le admiró no menos
montecillo, las sienes laureado,
traviesos despidiendo moradores
de sus confusos senos,
conejuelos que (el viento consultado)
salieron retozando a pisar flores
Luis de Góngora, Soledad Segunda v. 275—280
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—56—
De trompa militar no, o destemplado
son de cajas fue el sueño interrumpido,
de can sí, embravecido
contra la seca hoja
que el viento repeló a alguna coscoja.
Luis de Góngora, Soledad Primera, 171—175
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—57—
Llegaba al fin a divisar los muros
de la ciudad desierta, y ya anunciaban
que fue un tiempo morada de los hombres
los sepulcros que orlaban la ancha vía:
a su arrimo descansa el pasajero
Francisco Martínez de la Rosa, Epístola «Desde los tristes márgenes del Sena»
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—58—
[…] Céfiro atrevido,
de una poma tal vez enamorado,
bate rápido el ala sonorosa,
y la besa, y la deja, y torna amante,
y mece las hojitas, e inconstante
huye, y torna a mecer, y cae su amada,
Nicasio Álvarez Cienfuegos, «El otoño»
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—59—
Al ver en tu sepultura
las siemprevivas tan frescas,
me acuerdo, madre del alma,
que estás para siempre muerta.
Augusto Ferrán, «La soledad»
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—60—
Moría el sol, y las marchitas hojas
de los robles, a impulso de la brisa,
en silenciosos y revueltos giros
sobre el fango caían:
Rosalía de Castro, En las orillas del Sar, «Moría el sol y las marchitas hojas»
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—61—
Ya sale el sol de las mañanas tibias,
ya sale el sol de las mañanas buenas,
sol de salud, incubador de gérmenes,
sol de la sementera.
No tiene más testigos y cantores
que yo y la alondra en la besana escueta
José María Gabriel y Galán, Nuevas Castellanas, «Las sementeras»
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—62—
Solo el rumor de cristalina gota
que rueda en la hojarasca allí se encuentra
y el chasquido al abrir de la bellota.
José Arcadio Pagaza, Soneto «¡Soledad y quietud! Monte y más monte»
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—63—
Timor et tremor venerunt super me, et contexerunt me tenebrae.
Et dixi: Quis dabit mihi pennas sicut columbae, et volabo, et requiescam?
Salmo 54, 6—7
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—64—
et iam summa procul villarum culmina fumant
maioresque cadunt altis de montibus umbrae.
Virgilio, Églogas I 82—83
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—65—
Mia irmana fremosa, treides de grado
a la igreja de Vigo u é o mar levado
e miraremos las ondas
Martín Códax: Cantiga B 1280/V 886/PV 3
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—66—
Cada cual tome ejemplo en su vecino,
pues vemos a los gatos ir maullando
por bodegas, desvanes y tejados.
Diego Hurtado de Mendoza, Soneto «Este es el propio tiempo de mudarse»
volver
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—67—
Ya esconde el ancho mar, en sí orgulloso,
las frentes de los cerros levantados,
en sus soberbias olas caudaloso.
Luis Carrillo, Soneto «Usurpa ufano ya el tirano viento»
volver
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—68—
Sienten el mar y selvas ya la saña
del Aquilón, y encierra su bramido
gente en el puerto y gente en la cabaña.
L. Leonardo de Argensola, Soneto «Llevó tras sí los pámpanos octubre»
volver
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—69—
Moncayo, como suele, ya descubre
coronada de nieve la alta frente
y el Sol apenas vemos en Oriente
cuando la opaca tierra nos lo encubre.
L. Leonardo de Argensola, Soneto «Llevó tras sí los pámpanos octubre»
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—70—
pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.
Luis de Góngora, Soneto «Cosas, Celalba mía, he visto extrañas»
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—71—
Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas
Luis de Góngora, Letrillas «Ándeme yo caliente»
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—72—
el almendro en su propria flor nevado,
que anticiparse a los calores osa
Francisco de Quevedo, Soneto «La mocedad del año, la ambiciosa»
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—73—
Sólo el Tíber quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.
Francisco de Quevedo, Soneto «Buscas a Roma en Roma, oh peregrino,»
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—74—
Sobre pupila azul con sueño leve
tu párpado cayendo amortecido,
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó
Juan Arolas, «A una bella»
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—75—
Iztaccihual purísimo volvía
del argentado rayo de la luna
el plácido fulgor, […]
José María de Heredia, «En el teocalli de Cholula»
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—76—
De mí murmuran y exclaman: «Ahí va la loca soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.»
Rosalía de Castro, «En las orillas del Sar», «Dicen que no hablan las plantas»
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—77—
Ese pollo que ves en la cocina
colgado de las patas y sin pluma,
Manuel del Palacio, Soneto «Morir habemus»
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—78—
Mi madre tiende las rugosas manos
al nieto que huye por la blanda alfombra
Vicente W. Querol, «En Nochebuena»
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—79—
Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémosla caer!
Viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Gabriela Mistral, «Desolación«, »Mientras baja la nieve»
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—80—
A mig aire de la serra
veig un ametller florit.
Déu te guard, bandera blanca,
dies ha que t'he delit!
Joan Maragall, «L'Ametller»
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—81—
Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem
Virgilio, Églogas IV 60
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—82—
Seía m’eu na ermida de San Simhon
e cercaron mh as ondas que grandes son;
eu atendendo meu amig’e ua
Meendinho, Cantiga B 852/V 438
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—83—
Fui eu, madre, lavar mhas garcetas
a la fonte e paguei m’ eu delas
e de mi, louçana
Johan Soárez Coelho ,Cantiga B 689/V 291
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—84—
Álora, la bien cercada,
tú que estás en par del río,
cercote el adelantado
una mañana en domingo
Romancero
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—85—
Vi los barcos madre,
vilos y no me valen.
Madre tres moçuelas
no de aquesta villa,
en agua corriente
lavan sus camisas.
Cancionero
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—86—
Bullicioso era el arroyuelo
y salpicome;
no hayas miedo, mi madre,
que por él torne.
Cancionero
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—87—
—Colorada estáis, nuestra ama.
—Vengo del horno y diome la llama.
Cancionero
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—88—
Ribericas del río
de Manzanares,
tuerce y lava la niña
y enjuga el aire.
Cancionero
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—89—
Pren-me'n axí com grosser erbolari
qui prop la mar les erbes del bosch cerqua,
Ausias March, Canto «Entre Amor ssó portat he Fortuna»
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—90—
Desnuda en una queça,
lavando a la fontana,
estaba la ninna loçana,
las manos sobre la treça.
Carvajales en «Cancionero de Stuñiga», «Desnuda en una queça»
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—91—
Con tanta mansedumbre el cristalino
Tajo en aquella parte caminaba,
que pudieran los ojos el camino
determinar apenas que llevaba.
Garcilaso de la Vega ,Égloga III, v. 65—69
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—92—
Mas di, ¿no adoras y aprecias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica;
tal debe tener especias!
Baltasar del Alcázar, «Cena jocosa»
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—93—
Dejaron pues la azotadas rocas
que mal las ondas lavan
del livor aún purpúreo de las focas
Luis de Góngora, Soledad Segunda v. 686—669
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—94—
Una, dos, tres estrellas, veinte, ciento,
mil, un millón, millares de millares,
¡válgame Dios, que tienen mis pesares
su retrato en el alto firmamento!
El conde de Salinas, Soneto «Una, dos, tres estrellas, veinte, ciento»
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—95—
[…]
alzando la patita
para orinar las capas y las medias
con audacia maldita,
Juan Pablo Forner, epigrama «Aquí yace Jazmín, gozque mezquino»
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—96—
[…]
y empieza a devorar. Mas no presumas
que por eso calló: diserta y come,
engulle y grita, fatigando a un tiempo
estómago y pulmón. ¡Qué cosas dijo!
Leandro Fernández de Moratín, epístola «Ayer don Ermeguncio, aquel pedante»
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—97—
[…]
y del lejano tambo a mis oídos
viniera el son del yarabí amoroso!
Andrés Bello, «A la Poesía»
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—98—
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más
Antonio Machado, Campos de Castilla, «Proverbios y Cantares»
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—99—
Por ejemplo, J. V. Foix, «Sol, i de dol», I
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Tuesday, September 18, 2018

Fernando Soteras Mefisto

No hay bromas con el ferrocarril

Fernando Soteras Gimeno, alias Mefisto, nació en Zaragoza en 1886 y murió, arrollado su automóvil por el tren, en San Lorenzo de El Escorial el 18 de septiembre de 1934. Estudió la carrera de Veterinaria, pero nunca la ejerció; en lugar de eso, escribió en periódicos y revistas crónicas taurinas y poemillas humorísticos. Fue conocido principalmente por la sección Coplas del día que durante muchos años escribió en el Heraldo de Aragón, en la que glosaba la actualidad zaragozana. Su trágica muerte causó gran impresión en la ciudad, que en su honor costeó la erección de un busto con su imagen en la Plaza de Aragón.

Tras su muerte se publicó una selección de sus poesías con el título Coplas de Mefisto. Aquí reproducimos algunas.



A Purita, mi vecina,

un perro le han regalado

porque la pobre se asusta

si oye algún ruido en su cuarto.

Hoy, cuando alguien le pregunta

si el miedo se le ha pasado,

dice que está más tranquila

por dormir con un can-dado

———



Lleva Luz en su sombrero

una preciosa oropéndola,

dos colibrís, tres canarios

y un ruiseñor de la selva;

no extraño que a todas horas

diga la mamá con pena

que su hija Luz tiene muchos

pájaros en la cabeza.

———



La mujer es como el duro

—dice el cantar andaluz—

vista por un lado es cara;

vista por el otro, cruz.

———



Si en el baile te sientes muy rumboso

y a champán espumoso

convidas a muchachas adorables,

procura que contigo estén amables.

Si te han de dar las gracias solamente,

págales un vermouth y es suficiente.

———



—¡Qué escándalo tan grande

está haciendo esta moto!

¿Tan retumbante escape

no te hace estremecer?

—Yo francamente, amigo,

apenas si lo noto.

Estoy acostumbrado

a oír a mi mujer.

———



¡Cuántas gambas se consumen

en los bares los domingos

desde que se ha despertado

la afición a los mariscos!

Gambas pide el comerciante;

gambas pide el campesino;

gambas pide el jornalero;

gambas pide el señorito.

Hay de gambas un consumo

lo que se dice grandísimo.

¿Será el comer tantas gambas

la causa del gamberrismo?

———



Aquel que tiene un vecino

que abusa de la gramola

a veces siente deseos

de coger una pistola.

———



—Cuidado, chica, no cojas

tantas setas sin mirar;

las hay que son venenosas,

que pueden envenenar.

—No, señor, no haya cuidado;

no me las voy a comer...

Estas setas que yo cojo

las cojo para vender.

———



Thursday, June 21, 2018

Leandro Fernández de Moratín

El comediante nuevo

Don Leandro Fernández de Moratín murió en París el 21 de junio de 1828. Había nacido en Madrid el 10 de marzo de 1760, hijo de don Nicolás y, como escribió en su Elegía a las Musas, fue

no indigno sucesor de nombre ilustre.

En su juventud fue aprendiz de joyero; viajó por varios países de Europa y, protegido de Godoy, fue nombrado secretario de Interpretación de Lenguas y director de teatros. A los cuatro años quedó muy picado de viruelas; a esto se atribuyó lo tímido y receloso de su carácter. Polemizó agriamente con otros intelectuales (que entonces aún no se autodenominaban así), combatió nuestra tradición teatral y ridiculizó cuanto juzgó ridículo. En la guerra del francés tomó partido por el bando invasor y manchó su pluma con indignos cantos en alabanza de sus matanzas. Al acabar la guerra pudo permanecer en España; y entre España y Francia fue viviendo hasta que al fin murió en París a los sesenta y ocho años de su edad.

Don Leandro es la figura intelectual más destacada de su tiempo. Culto en varios idiomas y perfecto conocedor del suyo, es recordado sobre todo por un par de comedias neoclásicas, las únicas que de aquella escuela han sobrevivido y aún se editan y representan. También escribió diversas Memorias eruditas y, en lo que aquí nos interesa, un número no despreciable de poemas. Ingenioso y mordaz, adaptó algunos viejos epigramas clásicos y aún añadió unos cuantos al acervo de la sonrisa. Sus obras pueden encontrarse aquí, amorosamente editadas —junto con las de su padre— por Buenaventura Carlos Aribau.



A un mal bicho

¿Veis esa repugnante creatura,

chato, pelón, sin dientes, estevado,

gangoso, y sucio, y tuerto, y jorobado?

Pues lo mejor que tiene es la figura.



A Pedancio

Pedancio, a los botarates

que te ayudan en tus obras,

no los mimes ni los trates;

tú te bastas y te sobras

para escribir disparates.



Al mismo

Tu crítica majadera

de los dramas que escribí,

Pedancio, poco me altera;

mas pesadumbre tuviera

si te gustaran a ti.



A un autor silbado

—Cayó a silbidos mi Filomena...

—¡Solemne tunda llevaste ayer!

—Cuando se imprima verán que es buena.

—¿Y qué cristiano la ha de leer?



A un escritor

En un cartelón leí

que tu obrilla baladí

la vende Navamorcuende.

No ha de decir que la vende,

sino que la tiene allí.



A un crítico

Pobre Geroncio, a mi ver

tu locura es singular:

¿quién te mete a censurar

lo que no sabes leer?



A un comerciante

Si al decorar tus salones,

Fanio, a Mercurio prefieres,

tienes a fe mil razones:

que es dios de los mercaderes,

y también de los ladrones.



A Lesbia, modista

Lesbia, tú que a las bonitas

añadir adornos puedes,

como a todas las excedes,

de ninguno necesitas.



Cuentas de Eliodora, saltatriz

—Siete duros al mes de peluquero;

para calzarme nueve; las criadas,

que necesito dos, no están pagadas,

si no les doy cien reales en dinero.

Diez duros al bribón de mi casero;

telas, plumas, caireles, arracadas,

blondas, medias, hechuras y puntadas

de madama Burlet, y del platero...

noventa duros, poco más. —Noventa,

diez, siete, nueve, cinco... ¿Y la comida?

—Yo la quiero pagar, y somos cuatro.

—¿Y esto en un mes? —Si a usted no le contenta...

—Sí, calla, bien. ¡Hermosa de mi vida!

¡Ay del que tiene amor en el teatro!



El coche en venta

Quiero contarte

que Don Miguel,

aquel pesado

que viste ayer,

me está moliendo

más ha de un mes,

sin ser posible

zafarme de él,

para que compre

(mal haya, amén)

sus dos candongas

y su cupé.

Esta mañana

salí a las diez

a ver a Clori

(no lo acerté);

horas menguadas

debe de haber.

Íbame aprisa

hacia la Red

y en una esquina

me lo encontré.

Fueron sin duda

cosa de ver

las artimañas,

la pesadez,

los argumentos

que toleré,

el martilleo

de somatén,

y las mentiras

de tres en tres.

—Y, no hay remedio,

ello ha de ser

porque, amiguito,

mirado bien

sale de balde,

parece inglés;

la caja es cosa

digna de un rey,

¡qué bien colgada!

¡Qué solidez!

Otra más cuca

no la veréis.

Pues ¿y las mulas?

Yo las compré

muy bien pagadas

en Aranjuez,

y a los dos meses

llegó a ofrecer

el marquesito

de Mirabel,

(sobre la suma

que yo solté)

catorce duros

para beber,

a un chalán cojo

aragonés,

que vive al lado

de la Merced.

Son dos alhajas;

no hay que temer,

fuertes, seguras,

de buena ley.

Con que Domingo

puede a las seis

ir a mi casa:

yo os dejaré

las señas... Pero...

¿Tenéis papel?

—No tengo nada,

ni es menester:

dejadme vivo

sayón cruel.

Si ya os he dicho

que no gastéis

saliva y tiempo.

Si no ha de ser.

Si por no hallaros

segunda vez,

solo, sin capa,

me fuera a pie,

hasta la turca

Jerusalén.—

¿Y te parece

que le ahuyente?

Nunca un pelmazo

llega a entender,

lo que no cuadra

con su interés.

Quise cansarle;

me equivoqué.

Sigo mi trote,

sigue también,

suelto de lengua,

ágil de pies;

siempre a la oreja

como un lebrel.

Lloviendo estaba

y a buen llover:

calles y plazas

atravesé,

charcos, arroyos...

Voy a torcer

por la bajada

de San Ginés,

hallo un entierro

de mucho tren;

muerto y parientes

atropellé.

Él, por seguirme,

dio tal vaivén

a un monaguillo,

que sin poder

valerse al suelo

cayó con él.

Tal del pobrete

la rabia fue,

tal cachetina

siguió después,

que malferido,

zurrado bien,

allí entre el lodo

me lo dejé.



Saturday, March 17, 2018

Contribuciones a la teoría feminista

Contribuciones del dr. Pérez a la teoría feminista

ODA

Ven, feminista de panfleto y mítin,

yugos heteropatriarcales rompe

y ante mis ojos de culpable macho

visibilízate.

Alza ceñuda tu estandarte lila,

cubre la brecha reclamando cuotas

y abre los techos de cristal a golpes

de reglamentos.

Veta el piropo y la sonrisa, embiste

contra el anciano que te cede el paso

y hazle saber que su conducta es sucio

micromachismo.

¡Ay! Cuando al fin empoderada reines

sobre un montón de emasculados falos,

tal vez añores aquel tiempo cuando

hombres había.

8-M

Huelga es la labor dejar,

mas no como Lisistrata:

recuerda, bella niñata,

que "huelga" viene de "holgar".

El valor de un hombre

En Mercadona, Hacendado;

en El Corte Inglés, Aliada ;

y en el bar, por casi nada,

pillarás, Mari, un aliado.

El machista

—Soy machista. —¿Y ese crónico

acojono ante tu novia

que con insultos te agobia?

—Pues... soy machista platónico.

Imitación de Bécquer

—Empoderada, ya soy visible;

machito, humilla cuerna y testuz.

Para ti, aliado, soy intangible;

calla y aguanta.

—¡Oh, ven, ven tú!

Sunday, February 4, 2018

Diecisiete metatuiteos


"¿Qué está pasando?" interpela
don Túiter en su cuadrito
de texto, pero al maldito
lo que pase se la pela.

Siempre @Jack nos pregunta
qué está pasando;
¡como si le importara
a ese muchacho!
Pero la masa
le cuenta lo que opina
no lo que pasa.

Cuando mi mera opinión
quede en un tuit expresada
te autorizo, camarada,
a darme un buen coscorrón.

Me freno y casi siempre
tuiteo en verso:
un poco más me cuesta
y escribo menos.
De esta manera
muy poquito os ensucio
la tuitesfera.

¿Por qué ese afán por hablar
si once de cada diez veces
no decís más que memeces
que os deben avergonzar?

Quien a Túiter considera
voz del pueblo y su opinión
se merece un coscorrón
enérgico en la mollera.

Cuando no usabas tuiter
tú te indignabas
como mucho 2 veces
a la semana.
Desde que entraste,
¡exaltado te veo
a cada instante!

En Túiter, quien más se indigna
suele ser el más indigno
y su indignación ser signo
de alguna pulsión maligna.

Hay reyertas en las tascas,
en las tabernas hay grescas
y aquí, en peleas grotescas,
vuelan los presuntos zascas.

Tuitean cien asociales,
ignorantes o extremistas.
Y esto dicen periodistas:
"Arden las redes sociales."

-Quien tiene boca, un montón
se equivoca. -Pues carece
de ella el tuitero: parece
que siempre tiene razón.

Antes de a Túiter llegar
yo me cría muy listo,
pero al leeros he visto
que no paso de vulgar.

Lo que os he de contar yo
confieso que es más bien poco,
así que mejor no toco
la ampliación que @Jack nos dio.

Al que 7 veintenas
No le bastaban
Con 14 tampoco
Nos dirá nada.
Porque el que es torpe
Con el doble de espacio
Lo será el doble.

Tuit imprudente que lanzas
al mundo, lo guarda @Jack ;
tarde o temprano algún listo
te lo habrá de recordar.

¡Cómo! ¿Que gente corriente
miente en las redes sociales?
¡Más medidas policiales!
Puedo yo, exclusivamente.

Come on, @Jack, do you pretend
that you know better than me
which tweets I would like to see?
Our relation must then end.