Tuesday, October 31, 2017

José Iglesias de la Casa

El párroco poeta

Don José Iglesias de la Casa, alias Arcadio, nació en Salamanca el 31 de octubre de 1748, de padres de noble linaje y humilde fortuna. Estudió Humanidades y Teología en esa universidad y se dice que trabajó como platero. Recibió las sagradas órdenes en 1783 y fue cura párroco de Larodrigo y Carabias, y de Carbajosa de la Sagrada y Santa Marta. Murió en Salamanca el 26 de agosto de 1791.

Iglesias escribió diversas poesías serias y bucólicas; pero donde más brilla es en sus epigramas y letrillas satíricas, probablemente obra de su juventud. Sus poemas fueron publicados por Cueto en el tomo LXI de la BAE.

Aquí presentamos una amplia selección de epigramas, siguiendo la edición de Cueto. Nótese que de algunos hay dos variantes: una más picante y otra censurada por el mismo Iglesias. Como esta última suele tener menos gracia —y además en este tiempo estamos ya curados de espantos— damos las versiones más subidas de tono.



Primeramente, algunos epigramas en los que Iglesias reflexiona sobre su labor epigramática:

Díjome uno: "En nuestra lengua

tanta comedia escribir

cosa es digna de aplaudir,

mas un epigrama es mengua."

Respondile: "¿A qué madamas

se lo oyó usté haciendo medias?

Por eso hay diez mil comedias,

y apenas diez epigramas."

———



De toda la vida mía

los agüeros más siniestros

fueron el tener maestros

de quien el buen gusto huía.

Y si bien de ellos me río,

si yo llego a tener fama,

veréis cómo alguno exclama:

"¿Ese? Es discípulo mío..."

———



Cuando yo canto mis sales

muchacho ágil me resuelvo

y en una palabra envuelvo

la envidia de mil mortales.

Si hacen de mi humor desdén,

no tienen más que gustallo,

mientras por tonto echo el fallo

a quien no le sepa bien.

———



Varios epigramas de Iglesias se reducen a plantear una broma inocente, como este:

Yo canto a aquella heroína

que tanto mi patria alaba:

doña María la Brava,

valerosa salmantina.

Cosas diré de ella nuevas,

que acaso nadie habrá oído...

mas, lector, si lo has creído,

¡qué bravo chasco te llevas!

———



Los que más abundan, sin embargo, son los de tema erótico, como las tradicionales alusiones a esposas infieles:

Preguntó a su esposo Irene:

"Blas mio, cuando te ausentas,

sin que tú me dejes rentas,

¿qu6 dirás que me mantiene?"

"No lo sé", respondió Blas.

Y ella le dijo: "Inocente,

mira un espejo de frente;

quizá en él lo advertirás".

———



Díjome Inés: "Esta tarde

se va a Toro mi marido."

Yo la dije, comedido:

"¡Dios de ladrones le guarde!"

Ella se empezó a reír,

como que no lo entendía...

Ahora bien, ¿qué me querría

la taimada Inés decir?

———



No faltan burlas de las enfermedades venéreas:

Con palabras de grajea

y otros mil confites más

me dijo Gregoria: "¡Ay, Blas,

cuánto el amor te desea!"

Mas al punto hice memoria

de cierta (aun no sana) herida

en tal dulzura cogida

y la dije: "Agur, Gregoria."

———



Mostrome Inesilla el lecho

con sus sábanas de holanda

y yo, viéndola tan blanda,

dije para mí: "Esto es hecho."

Pero acordeme después

de cierta aún no sana herida

en tal blandura cogida

y díjela: "¡Agur, Inés!"

———



Supo Inés que un oficial,

de gálico muy lisiado,

en su casa había mandado

que en nada le echasen sal.

Y dijo en risa: "No entiendo

como la sal causa enfado

a este, que por más de un lado

aprisa se va pudriendo."

———



Casi la mitad de la colección está constituida por muestras de picardía rococó.

Luisa adrede me mojó,

y yo comencé a enojarme;

mas ella, por aplacarme,

cuanto yo quise me dio.

No le debió de pesar

del despique, a lo que entiendo,

pues siempre me anda diciendo:

"Pepe, ¿te vuelvo a mojar?"

———



Inés, hecha una jalea,

me dijo: "Antón, de aquí a un mes

me casan". Díjela: "Inés,

en hora feliz te sea."

Ella me empezó a zumbar

de que el dicho no entendía:

y es que cuanto antes quería

el nuevo oficio ensayar.

———



"¡Qué frío tengo!", decía

Luisa, y a mí se arrimaba,

no estando en casa su tía;

pero yo la replicaba:

"¡Pues no está esta sala fría!"

De que yo no la entendiera

ella se empezó a aburrir,

y es que la Luisa quisiera

que yo mismo la dijera

lo que ella pensó decir.

———



Juana me dió una pisada,

y yo juzgué que era acaso;

diome otra no tan paso,

tampoco la dije nada.

Íbame a dar la tercera,

yo la dije: "¡Tente, Juana!

Que si yo tuviera gana,

bastaba con la primera."

———



Míramos desde un balcón,

de frente Inés y yo puestos,

a una vieja hacer mil gestos

comiendo un agrio limón.

¡Oh, y qué risa! Yo y Inés

del balcón nos retiramos;

más en la pieza que entramos,

mayor risa hubo después.

———



Por enero Inés se halló

de su faldón en lo interno

una pulga, y exclamó:

"¿Qué? ¿Aún hay pulgas en invierno?"

Blas, asiéndola la mano,

"No extrañes, niña, el encuentro,"

la dijo, "porque ahí adentro

yo apostaré a que es verano."

———



Fingí quitarla a Leonor

un anillito de un dedo

y gritome: "¡Estate quedo!

¡Qué hombre tan enredador!"

Saqué yo otro singular

y a su dedo se lo aplico

y entonces dijo: "Así, ¡ay, chico!,

yo te dejaré enredar."

———



Al bosque fue Inés por rosas

una mañana de mayo;

cogiola un cierto desmayo

divertida en ciertas cosas.

¿Qué desmayo este sería?

Juguete acaso de amores;

y es que cuando fue por flores

perdió la que ella tenía.

———



Tocando ayer Luisa un pito,

"¿Qué avisas, di?", la pregunto;

y dijo un su pajecito:

"Es que está un pájaro a punto

de caer en el garlito."

Ella lo fue a desplumar,

que era un pichón delicado,

crïado en buen palomar,

y apenas lo hubo pelado,

volvió su pito a tocar.

———



Yo empecé a Luisa a halagar

ayer a la hora de siesta,

y ella dijo, en jarras puesta:

"¿Tiene usté gana de holgar?"

Díjela: "El que a esto se atreve

tal vez a más de atreviera"

Y ella sa1tó: "Ropa fuera,

y holguémonos cual se debe."

———



Y aquí van un puñado de epigramas que satirizan oficios, tipos y costumbres.

Buscó, a fin de no pagarme,

un tramposo de por vida,

en un letrado salida

para la deuda negarme.

Al fin consiguió su intento

mi deudor, y de contado,

pagó más al abogado.

¡Qué justo agradecimiento!

———



Motejaron a un soldado

de que con impropio alarde

seguía a Venus cobarde

más que al fiero Marte osado.

El replicó: "¡Linda charla!

Antes obro muy prudente,

pues Venus sabe hacer gente

y Marte solo quitarla."

———



Un día en cierta pendencia

me echó un alguacil la traba,

y afianzado me llevaba

por más que alegué inocencia.

Que no me podía librar

de él ni el Papa pensé yo;

más llegó Inés, por mí habló,

desatóme y... eché a andar.

———



Dorotea se sentó

cerca de Tais, cortesana,

y viéndola tan liviana

de ella con gran priesa huyó.

Díjola Tais: "Dorotea,

no huyas con presteza tal;

que no se pega mi mal

sino es a quien lo desea."

———



Por ver lo que respondía,

a una dama de teatro

que el papel de reina hacía,

dije: "Deme, reina mía,

esos brazos que idolatro."

Y ella. que ama su provecho,

dijo: "A1 instante, majito;

pero pagadme el derecho,

que sin tributo, a mi pecho

a ningún vasallo admito."

———



Sin crédito en su ejercicio

se llegó un médico a ver,

y él, por ganar de comer,

ya se ocupa en nuevo oficio;

mas tan poco se desvía

de la aficion del primero,

que hoy hace sepulturero

el que antes médico hacía.

———



Un médico en una calle

el santo suelo besó,

es decir, que se cayó

de su mula, alta de talle.

Empezábale a zumbar

la gente que anda[ba] allí;

y él dijo: "Así como así,

yo me iba luego a apear."

———



A una dama visitaba

un caballero muy bruto

que siempre, sin sacar fruto,

mil libros leyendo andaba.

Ella, habiéndole sondeado,

dijo: "¡Ay! Yo bien lo temía;

que este a su gran tontería

añade el ser porfïado."

———



Yo vi en París un peinado

de tanta sublimidad,

que llegó á hacer vecindad

con el ala de un tejado.

Los gatos que allá reñían

luego que el peinado vieron,

a reñir sobre él se fueron,

y abajo no los sentían.

———



Entrando en los Cayetanos,

una dama a un charro vio

y le dijo: "¿Se acabó

la misa de los villanos?"

Viendo él trazas tan livianas,

respondió: "Se acabó ya;

pero entrad, que ahora saldrá

otra de las cortesanas."

———



Sunday, October 22, 2017

Miguel Moreno

El diplomático epigramista

Miguel Moreno nació en Villacastín (Segovia), donde fue bautizado el 20 de octubre de 1596. Estudió leyes y fue lo que hoy llamaríamos un alto funcionario. Apreciado por su talento, elocuencia y honradez, formó parte de la delegación enviada por Felipe IV a Roma para presentar un memorial contra los abusos de la curia. Allí murió en la flor de su edad, el 28 de julio de 1635.

Sus obligaciones administrativas no le impidieron escribir poesías y novelas. En lo que aquí nos interesa, el mismo año de su muerte aparecíó impreso bajo su nombre una colección de doscientos epigramas —más sentenciosos que mordaces— titulada Flores de España cultivadas en Roma. Don Adolfo de Castro la publicó en el volumen XLII de la BAE, señalando que los más [de los epigramas] carecen de la viveza necesaria a esta clase de composiciones; quizá consista esta falta en que Miguel Moreno no sabia versificar con facilidad. Aquí ofrecemos al curioso lector una amplia selección.



Los epigramas más interesantes de Moreno son quizás los que hablan de su oficio curialesco:

Mientras que subordinados

tus papeles a otro están,

no te congojes, don Juan,

si de él fueren enmendados;

que, además de lo imperioso,

de que le es lícito usar,

siempre ha sido el enmendar

(si no preciso) gustoso.

———



De aquel fantástico necio

nunca hagas caso, Fabricio,

que aunque le entona el oficio

es por sí indigno de precio.

Figurones semejantes,

a mi modo de entender,

en rigor vienen a ser

como los representantes.

———



También los que satirizan los vicios de eruditos y sabios:

Porque en tu ciencia has lucido,

intentas con gran pasión

quitar a Andrés la opinión

que primero ha merecido.

Y es error, porque jamás

pudieron otros que vi

(bien que la alcanzan por sí)

quitársela a los demás.

———



Aunque es muy modesto Antón,

en llegando a disputar

no se contiene en mostrar

una punta de ambición.

En él se echa bien de ver

que en otros actos postrarse

suele el docto; mas no andarse

por humilde en el saber.

———



En don Leandro son exceso

los textos y las doctrinas,

pero más las peregrinas

imprudencias de su seso.

Y en tan manifiesto indicio

nos dice su proceder

cuan otra debe de ser

la ciencia del buen juïcio.

———



Ufano y desvanecido

vive Antón de su saber,

hasta llegar a creer

que no es de alguno excedido;

pero aunque mucho se alabe,

más precio (por mi decoro)

lo que yo pienso que ignoro

que lo que él piensa que sabe.

———



Otros epigramas dan prudentes consejos para la vida social:

¿Quieres, Leonardo, vengarte

de Luis, porque reveló

tus secretos, y que yo

te ayude en aconsejarte?

Yo digo que pues tú a ti

secreto no te guardaste,

y a él se lo revelaste,

empieza el castigo en ti.

———



De que aquella acción erraste

estás, Laurencio, penoso,

pudiendo estar muy gozoso

de infinitas que acertaste.

La tristeza con que luchas

es vana, o soy [yo] mal juez;

que no es yerro el de una vez

en quien supo acertar muchas.

———



Conocer al lisonjero

deseas; y para mí,

conocerte bien tú a ti

es el precepto primero.

Con luz tan clara verás

Si en ti ajusta lo que dice,

y si vieres que desdice,

que es lisonjero sabrás.

———



—Miro a muchos anhelando

por grande hacienda adquirir,

y a ti, Pedro, te veo ir

cómodamente pasando.

—Juan, la causa viene a ser

que mi cuidado se gasta

solo en tener lo que basta,

no en lo que puedo tener.

———



Va tan meloso y limado

el memorial de tu queja,

que lugar apenas deja

a lo acedo lo afeitado;

y tan postrado rogar

viene en señores a hacer

que, dudando en el deber,

no crean en el pagar.

———



Dices que de mí murmuran

don Rodrigo y sus secuaces,

y grandes extremos haces

de ver que así se conjuran.

Yo (que con no respondellos

mayor escarnio les hago)

toda queja satisfago

en lo que murmuran de ellos.

———



Siendo Antonio preguntado

qué castigo era bastante

al envidioso, al instante

respondió, bien atinado,

que pues siempre atormentar

es de la envidia el oficio,

solo es castigo a este vicio

darle mucho que envidiar.

———



O satirizan vicios:

Es don Juan con el bufón

vanamente dadivoso,

y a su maestro virtuoso

no le da ni aun la ración.

Pobre virtud, di, ¿qué has hecho

a la suerte y al poder,

pues tal sabandija hacer

puede inferior tu derecho?

———



A ministros de justicia

aborreces, y he pensado

que, pues no te han agraviado,

es o temor o malicia.

Declara, Andrés, si ese vicio

causa (veré si le abonas)

lo injusto de las personas

o lo justo del oficio.

———



Algunos inocentes juegos de palabras:

Que quebró aquel mercader

dice el pueblo comúnmente,

y en sentido más corriente

la quiebra se ha de entender.

Si lucido y placentero

vive, y queda en el lugar,

no es él quien llegó a quebrar,

sino el que le dió el dinero.

———



Tal vez cansado te veo

(sobre viejo), y tu trabajo

dices que es de ir cuesta abajo,

de la edad triste trofeo.

Pero ¡así tu alíento viva,

Antón! que engañado estás;

por el cansarte es que vas

propiamente cuesta arriba.

———



Viendo a la muy gorda Juana

Blas, que no la conocía,

"¿Quien es?" preguntó, y Lucía

dijo que su media hermana.

Él, que el bulto considera

de la cabeza á los pies,

dijo: "Si esta media es,

¿cuál fuera a ser toda entera?"

———



El anterior poema nos recuerda que no podía faltar un poco de misoginia. Unas son feas:

De cincuenta años de edad

parió Claudia un infanzón,

y aunque estuvo en opinión,

no es del todo novedad.

Si bien el pueblo juzgó

(pues de ella se debía huir)

que hizo mucho en el parir,

pero mas quien la empreñó.

———



Muy de día y con sol claro

casó Juan con Dorotea,

y por ser mujer muy fea

obligó el hecho a reparo.

Ella, a quien causa pedia,

dijo que era prevenir

que no pudiese decir

Juan que no vio lo que hacía.

———



Otras, tontas:

Es Juana inocente y pía,

y mirando un Jueves Santo

el prendimiento, con llanto

así al Salvador decía:

"¡Que esto hayamos de tener

cada año, es muy de llorar,

pudiéndoos, Señor, guardar

de que os vuelvan a prender!"

———



Otras, solteras o casadas, buscan solo el dinero:

Bella moza es doña Inés;

mas pónese en tan gran precio,

que ocasiona a su desprecio

lo duro del interés.

Puesto que a algunos desvela,

ve en otros de mejor tasa.

que si con la cara abrasa,

también con lo caro hiela.

———

Puesto que: aunque.



De la codicia insaciable

de Filis te veo quejoso,

y con ser mas dadivoso,

piensas que será curable.

Tu desorden, Pedro, impida

esta regla que en mí vive,

y es, que quien así recibe,

al mismo paso lo olvida.

———



Celia de Antonio quedó

viuda, y dicen que bien puesta;

porque él, aunque deshonesta,

como honrado la heredó.

Pero quien más atinado

discurre en la institución,

dice fué restitución.

porque ella lo había ganado.

———

La heredó: la instituyó heredera.



Y, para acabar, la burla de un judaizante:

Aquel amigo indicado

de que espera lo que vino

da en regalar con tocino,

por simular su pecado.

Él obliga a que se tome;

pero mi atención conviene

en que, aunque es cierto lo tiene,

es dudoso que lo come.

———



Sunday, October 8, 2017

José Cadalso

El coronel y la sepultura

El coronel don José Cadalso y Vázquez de Andrade, alias Dalmiro, nació en Cádiz el 8 de octubre de 1741. Tras educarse en Francia y viajar por toda Europa, convertido en un perfecto ilustrado, sentó plaza en el regimiento de caballería de Borbón, lo que no le impidió figurar y aún brillar en la vida social y literaria. Romántico en sus amores, es célebre la historia —parece que verdadera— de la nocturna exhumación del cadaver de su amada, la actriz María Ignacia. Murió en el asedio de Gibraltar, el 27 de febrero de 1782, destrozada su cabeza por la artillería inglesa.

Cadalso, que según don Marcelino era hombre de instrucción varia y superficial, aunque de culto y despejado ingenio, escribió literatura típica de su época (Cartas marruecas) y aún de la siguiente (Noches lúgubres). Las poesías de este mediano y desmayado versificador clásico —como lo llama el mismo don Marcelino— pueden encontrarse en el primer volumen de la colección de Cueto (BAE, tomo LXI). Aquí reproducimos un puñado de ellas de tomo satírico o humorístico.



Probando ser fábula la producción de los cuernos en ciertas cabezas

Moisés con cuernos pareció adornado,

y no fueron sus cuernos verdaderos;

dos cuernos a la luna han levantado

los astrólogos, vanos embusteros;

al demonio con cuernos han pintado,

porque son los pintores majaderos;

pues si todos los cuernos son fingidos,

¿por qué han de creer en cuernos los maridos?

———



Dánae y la lluvia de oro

Una vez Jove intentó

una conquista imposible:

el oro la hizo factible.

¡Mil Joves conozco yo!

———



Boda de Venus con Vulcano

Venus alegre y mocita,

Vulcano viejo y celoso,

Marte amigo del esposo...

¡Ay, qué boda tan bonita!

———



Epigrama

—En la cabeza le dio

un palo Juan a Ginés.

—¿Y rompiósela? —Al revés:

el palo se le rompió.

(Gines era aragonés.)

———



Epitafio

Solo murió de constante

la que está bajo esta losa.

Acércate, caminante,

pues no murió tal amante

de enfermedad contagiosa.

———



Epitafio

Este difunto era esposo

y los celos le mataron;

de ejemplar tan horroroso

los demás escarmentaron

pues ya ninguno es celoso.

———



Epigrama

El que está aquí sepultado

porque no logró casarse

murió de pena acabado;

otros mueren de acordarse

de que ya los han casado.

———



Epigrama

Una vieja ha fallecido

de amor, y aquí se enterró;

considere el advertido

si enamorada murió

qué tal habría vivido.

———