Thursday, August 10, 2017

Félix de Samaniego

El moralista pornógrafo

Don Félix María Sánchez de Samaniego y Zabala murió cristianamente en Laguardia (Álava) el 11 de agosto de 1801. De noble familia, en la misma villa había nacido el 12 de octubre de 1745. Estudió en Francia, donde "le inocularon la irreligión". Fue miembro activo de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, fundada por su tío el conde de Peñaflorida. La Inquisición se fijó en él, aunque finalmente salió libre del proceso. Mantuvo agrias polémicas con compañeros de oficio como García de la Huerta y, sobre todo, con el otro célebre fabulista de su tiempo, Tomás de Iriarte. Una completa biografía puede encontrarse aquí.

Samaniego es (o era) bien conocido por todos los escolares hispanos por sus moralizantes Fabulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado (aquí), única obra que publicó en vida. En el s. XX se publicó bajo el nombre de El jardín de Venus (aquí) la colección de sus poemas eróticos (o directamente pornográficos), que durante mucho tiempo habían corrido manuscritos.



Fábulas



La Zorra y el Busto

Dijo la Zorra al Busto

después de olerlo:

"Tu cabeza es hermosa,

pero sin seso."

Como este hay muchos.

que aunque parecen hombres

solo son bustos.

———



Las Moscas

A un panal de rica miel

dos mil Moscas acudieron,

que por golosas murieron

presas de patas en él.

Otras dentro de un pastel

enterró su golosina;

Así, si bien se examina,

los humanos corazones

perecen en las prisiones

del vicio, que los domina.

———



La Serpiente y la Lima

En casa de un cerrajero

entró la Serpiente un dia,

y la insensata mordia

en una Lima de acero.

Díjole la Lima: —El mal,

necia, será para ti.

¿Cómo has de hacer mella en mí

que hago polvos el metal?

Quien pretende sin razón

al mas fuerte derribar,

no consigue sino dar

coces contra el aguijón.

———



El Hombre y la Culebra

A una Culebra que de frío yerta

en el suelo yacía medio muerta

un Labrador cogió; mas fue tan bueno

que incautamente la abrigó en su seno.

Apenas revivió, cuando la ingrata

a su gran bienhechor traidora mata.

———



El Cuervo y la Serpiente

Pilló el Cuervo dormida a la Serpiente,

y al quererse cebar en ella hambriento,

le mordió venenosa. Sepa el cuento

quien sigue a su apetito incautamente.

———



El Grajo vano

Con las plumas de un pavo

un Grajo se vistió pomposo y bravo.

En medio de los pavos se pasea:

la manada lo advierte; lo rodea:

todos le pican, burlan, y lo envian...

¿Dónde, si ni los Grajos lo querían?

¿Cuánto ha que repetimos este cuento

sin que haya en los plagiarios escarmiento?

———



La Alforja

En una Alforja al hombro

llevo los vicios;

los ajenos delante,

detrás los mios.

Esto hacen todos;

así ven los ajenos,

mas no los propios.

———



El Perro y el Cocodrilo

Bebiendo un Perro en el Nilo,

al mismo tiempo corria.

—Bebe quieto —le decía

un taimado Cocodrilo.

Díjole el Perro prudente:

—Dañoso es beber y andar;

pero ¿es sano el aguardar

a que me claves el diente?

¡Oh qué docto Perro viejo!

Yo venero su sentir

en esto de no seguir

del enemigo el consejo.

———



El jardín de Venus



Las hijas del pobre

Tenía cierto pobre vergonzante

una alforja detrás, otra delante,

y colocaba con cuidado en ellas

a dos hijas muy bellas,

que muchos para mover los corazones

suelen valerse de tales aprensiones,

o por mejor guardallas o escondellas.

Le preguntó un curioso: —¿Son doncellas?

A lo que respondió como hombre ya maduro:

—Por la que va delante lo aseguro,

porque siempre a la vista yo la llevo;

por la que va detrás, yo no me atrevo.

———



La confesión

Confesándose un soldado

dijo muy arrepentido:

—Acúsome que he jodido

un barril de bacalao.

El fraile, muy admirado,

le preguntó: —¿Cómo ha sido?

—Porque el barril he robado,

en la plaza le he vendido,

del dinero que me han dado

varias veces he jodido,

aunque no con gran exceso.

—Toma, toma, —dijo el padre,—

según eso,

si se ajustan cuentas mías,

también habré yo jodido

más de cuatrocientas misas.

———



La melindrosa

Señor don Juan, quedito, que me enfado.

¿Besar la cara?, es mucho atrevimiento.

¿Abrazos?, ¡ay, Jesús!, no lo consiento.

¿Cosquillas?, no las hay por ese lado.

¿Remangarme?, ¡ay, Juanito!, ¿y el pecado?

¡Qué malos sois los hombres!... pasos siento.

¿No es nadie? Pues, bien, vaya en un momento;

mas ¡cuidado! no venga algún criado.

¡Jesús, qué loca soy! ¡Quién lo diría

que con un hombre yo...! ¿Cómo cristiana...?

Que ya de puro gusto... ¡Ay, alma mía!

¡Traidor, déjame, vete...!, ¿Aún tienes gana?

Pues cuando tú lo logres otro día...

Pero, Juanito, ¿volverás mañana?

———



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