Thursday, March 9, 2017

Francisco Martínez de la Rosa

Los epitafios de un prócer

Don Francisco Martínez de la Rosa nació en Granada el 10 de marzo de 1787. Estudió Leyes y a los veinte años de su edad obtuvo la cátedra de Filosofía Moral en su ciudad natal. Durante la Guerra de la Independencia destacó en Cádiz y sus Cortes como uno de los más ilustres oradores liberales. Tras conocer cárcel y exilio, y ya muy moderado en sus ideas (era denominado Rosita la Pastelera por los liberales exaltados), en 1834 presidió el Consejo de Ministros. Año y medio duró su gobierno, durante el cual se promulgó una de nuestras constituciones decimonónicas, el llamado Estatuto Real. Fue también embajador y presidente del Congreso. Respetado y apreciado por escritores y estudiosos, presidió el Ateneo de Madrid y la Real Academia. Murió en Madrid el 7 de febrero de 1862.

Como literato es sobre todo conocido por su drama La Conjuración de Venecia (1834), uno de los hitos que marcan el comienzo del Romanticismo en España. Escribió una Poética en la que, hablando del tema que nos interesa, dice:

Mas al festivo ingenio deba solo

el sutil epigrama su agudeza;

un leve pensamiento,

una voz, un equívoco le bastan

para lucir su gracia y su viveza,

y cual rápida abeja, vuela, hiere,

clava el fino aguijón, y al punto muere.

No se prodigó en el género jocoso; pero su El cementerio de Momo figura merecidamente en todas las antologías. Aquí lo reproducimos tal como aparece en la edición de sus Poesías y dos comedias, París 1836 (aquí).



El cementerio de Momo. Epitafios

Yace aquí un mal matrimonio,

dos cuñadas, suegra y yerno...

No falta sino el demonio

para estar junto el infierno.


¡En sepulcro de escribano

una estatua de la Fe!...

No la pusieron en vano,

que afirma lo que no ve.


¿Ya hay pleito sobre el sepulcro,

y aún no está el hombre enterrado?

¡Este sí que era letrado!


Yace aquí Blas... Y se alegra

por no vivir con su suegra.


Agua destila la piedra,

agua está brotando el suelo...

¿Yace aquí algún aguador?

No señor: un tabernero.


Un delator aquí yace...

¡Chito! Que el muerto se hace.


Aquí yace una doncella...

y han borrado de labor...

Siempre es bueno hacer favor.


Yace en esta estrecha caja

el sastre mas afamado;

y dicen que no ha robado...

Al menos en su mortaja.


¡Cuñados en paz y juntos!...

No hay duda que están difuntos.


Aquí yace una beata

que no habló mal de ninguna...

Perdió la lengua en la cuna.


Aquí un médico reposa,

y al lado han puesto a la Muerte...

Iban siempre de esta suerte.


¡Al pie del sepulcro un cuerno!...

¿No admite dos el infierno?


Aquí un hablador se halla...

Y por vez primera calla.


Aquí yace una viüda

que murió de pena aguda...

Apenas hubo perdido

a su séptimo marido.


Aquí se enterró un suizo...

Por el dinero lo hizo.


Aquí yace una soltera,

rica, hermosa, forastera,

que sordomuda nació...

¡Si la hubiera hallado yo!


Sub hoc tumulo... Adelante,

que este será algún pedante.


Aquí yace un andaluz...

Por eso han puesto esta cruz.


Don Juan de Az...pei...ti...gu...rrea...

Para el diablo que te lea.


Ya que no pide doblones,

pide esta vieja oraciones.


¡Canónigo... de repente...

y morir en Noche Buena!...

Se le indigestó la cena.


Eche una limosna, hermano;

y que no suene el dinero,

no reviva este usurero.


Aquí enterraron de balde,

por no hallarle una peseta...

No sigas: era poeta.


Una palma han colocado

en la tumba de Lucía...

Es que dátiles vendía.


Aquí yace un cortesano,

que se quebró la cintura

un dia de besamano.


Aquí jaz o mui Ilustre

Senhor João Mozinnho Souza

Carvalho Silva da Andrada...

Sobra nombre o falta losa.


Aquí yace un juez de vagos,

que en Madrid ocioso anduvo...

¿Y en qué diablos se entretuvo?


Aquí reposa un francés...

Al fin parado le ves.


Aquí yace entre laureles

un gran autor de comedias,

que murió helado en el patio

sin que un cristiano lo viera.


Aquí yace sor Belén,

que hizo almíbares muy bien

y pasó la vida entera

vistiendo niños de cera.


Aquí yacen cuatro socios

que juntaron gran caudal:

un médico, un boticario,

un cura y un sacristán.


Aquí yace el Rey Ramiro,

que libró á España del feudo...

Al moro que hoy lo cobrare,

la ganancia no le arriendo.


Aquí yace un oidor sordo...

un relator tartamudo...

un vista con cataratas...

¡Pues anda bonito el mundo!


Aquí yace un contador

que jamas erró una cuenta...

A no ser a su favor.


Un borrego han esculpido

en esta tumba modesta...

¿Tuvo el difunto el toisón?...

Fue escribano de la Mesta.


Aquí a una bruja enterraron,

chamuscada a fuego lento...

Nunca es malo un escarmiento.


Aquí yace un cobrador

del voto del Rey Ramiro...

¿No era mejor dar mujeres

y quedarnos con el trigo?


Aquí yace un mayorazgo

junto á su hermano mellizo:

este se murió de hambre;

y aquel se murió de ahito.


Aquí Susana reposa...

por supuesto no la casta...

Con que usted lo diga, basta.


Aquí yace un proyectista,

que quiso dar por asiento

agua, tierra, fuego y viento.


Aquí yace un egoísta

que no hizo mal ni hizo bien...

Requiescat in pace, Amen.


Aquí yace Don Matías,

acusado de tacaño:

y daba gratis al año...

Pésames, pascuas y dias.


El general que aquí yace,

hizo lo mismo que el Cid...

Entraba muerto en la lid.


Aquí yace un alquimista,

que en oro trocaba el cobre...

Y murió de puro pobre.


Aquí yacen dos maestrantes...

Ocupados como antes.

———



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