El párroco poeta
Don José Iglesias de la Casa, alias Arcadio, nació en Salamanca el 31 de octubre de 1748, de padres de noble linaje y humilde fortuna. Estudió Humanidades y Teología en esa universidad y se dice que trabajó como platero. Recibió las sagradas órdenes en 1783 y fue cura párroco de Larodrigo y Carabias, y de Carbajosa de la Sagrada y Santa Marta. Murió en Salamanca el 26 de agosto de 1791.
Iglesias escribió diversas poesías serias y bucólicas; pero donde más brilla es en sus epigramas y letrillas satíricas, probablemente obra de su juventud. Sus poemas fueron publicados por Cueto en el tomo LXI de la BAE.
Aquí presentamos una amplia selección de epigramas, siguiendo la edición de Cueto. Nótese que de algunos hay dos variantes: una más picante y otra censurada por el mismo Iglesias. Como esta última suele tener menos gracia —y además en este tiempo estamos ya curados de espantos— damos las versiones más subidas de tono.
Primeramente, algunos epigramas en los que Iglesias reflexiona sobre su labor epigramática:
Díjome uno: "En nuestra lengua
tanta comedia escribir
cosa es digna de aplaudir,
mas un epigrama es mengua."
Respondile: "¿A qué madamas
se lo oyó usté haciendo medias?
Por eso hay diez mil comedias,
y apenas diez epigramas."
———
De toda la vida mía
los agüeros más siniestros
fueron el tener maestros
de quien el buen gusto huía.
Y si bien de ellos me río,
si yo llego a tener fama,
veréis cómo alguno exclama:
"¿Ese? Es discípulo mío..."
———
Cuando yo canto mis sales
muchacho ágil me resuelvo
y en una palabra envuelvo
la envidia de mil mortales.
Si hacen de mi humor desdén,
no tienen más que gustallo,
mientras por tonto echo el fallo
a quien no le sepa bien.
———
Varios epigramas de Iglesias se reducen a plantear una broma inocente, como este:
Yo canto a aquella heroína
que tanto mi patria alaba:
doña María la Brava,
valerosa salmantina.
Cosas diré de ella nuevas,
que acaso nadie habrá oído...
mas, lector, si lo has creído,
¡qué bravo chasco te llevas!
———
Los que más abundan, sin embargo, son los de tema erótico, como las tradicionales alusiones a esposas infieles:
Preguntó a su esposo Irene:
"Blas mio, cuando te ausentas,
sin que tú me dejes rentas,
¿qu6 dirás que me mantiene?"
"No lo sé", respondió Blas.
Y ella le dijo: "Inocente,
mira un espejo de frente;
quizá en él lo advertirás".
———
Díjome Inés: "Esta tarde
se va a Toro mi marido."
Yo la dije, comedido:
"¡Dios de ladrones le guarde!"
Ella se empezó a reír,
como que no lo entendía...
Ahora bien, ¿qué me querría
la taimada Inés decir?
———
No faltan burlas de las enfermedades venéreas:
Con palabras de grajea
y otros mil confites más
me dijo Gregoria: "¡Ay, Blas,
cuánto el amor te desea!"
Mas al punto hice memoria
de cierta (aun no sana) herida
en tal dulzura cogida
y la dije: "Agur, Gregoria."
———
Mostrome Inesilla el lecho
con sus sábanas de holanda
y yo, viéndola tan blanda,
dije para mí: "Esto es hecho."
Pero acordeme después
de cierta aún no sana herida
en tal blandura cogida
y díjela: "¡Agur, Inés!"
———
Supo Inés que un oficial,
de gálico muy lisiado,
en su casa había mandado
que en nada le echasen sal.
Y dijo en risa: "No entiendo
como la sal causa enfado
a este, que por más de un lado
aprisa se va pudriendo."
———
Casi la mitad de la colección está constituida por muestras de picardía rococó.
Luisa adrede me mojó,
y yo comencé a enojarme;
mas ella, por aplacarme,
cuanto yo quise me dio.
No le debió de pesar
del despique, a lo que entiendo,
pues siempre me anda diciendo:
"Pepe, ¿te vuelvo a mojar?"
———
Inés, hecha una jalea,
me dijo: "Antón, de aquí a un mes
me casan". Díjela: "Inés,
en hora feliz te sea."
Ella me empezó a zumbar
de que el dicho no entendía:
y es que cuanto antes quería
el nuevo oficio ensayar.
———
"¡Qué frío tengo!", decía
Luisa, y a mí se arrimaba,no estando en casa su tía;
pero yo la replicaba:
"¡Pues no está esta sala fría!"
De que yo no la entendiera
ella se empezó a aburrir,
y es que la Luisa quisiera
que yo mismo la dijera
lo que ella pensó decir.
———
Juana me dió una pisada,
y yo juzgué que era acaso;
diome otra no tan paso,
tampoco la dije nada.
Íbame a dar la tercera,
yo la dije: "¡Tente, Juana!
Que si yo tuviera gana,
bastaba con la primera."
———
Míramos desde un balcón,
de frente Inés y yo puestos,
a una vieja hacer mil gestos
comiendo un agrio limón.
¡Oh, y qué risa! Yo y Inés
del balcón nos retiramos;
más en la pieza que entramos,
mayor risa hubo después.
———
Por enero Inés se halló
de su faldón en lo internouna pulga, y exclamó:
"¿Qué? ¿Aún hay pulgas en invierno?"
Blas, asiéndola la mano,
"No extrañes, niña, el encuentro,"
la dijo, "porque ahí adentro
yo apostaré a que es verano."
———
Fingí quitarla a Leonor
un anillito de un dedo
y gritome: "¡Estate quedo!
¡Qué hombre tan enredador!"
Saqué yo otro singular
y a su dedo se lo aplico
y entonces dijo: "Así, ¡ay, chico!,
yo te dejaré enredar."
———
Al bosque fue Inés por rosas
una mañana de mayo;
cogiola un cierto desmayo
divertida en ciertas cosas.
¿Qué desmayo este sería?
Juguete acaso de amores;
y es que cuando fue por flores
perdió la que ella tenía.
———
Tocando ayer Luisa un pito,
"¿Qué avisas, di?", la pregunto;
y dijo un su pajecito:
"Es que está un pájaro a punto
de caer en el garlito."
Ella lo fue a desplumar,
que era un pichón delicado,
crïado en buen palomar,
y apenas lo hubo pelado,
volvió su pito a tocar.
———
Yo empecé a Luisa a halagar
ayer a la hora de siesta,
y ella dijo, en jarras puesta:
"¿Tiene usté gana de holgar?"
Díjela: "El que a esto se atreve
tal vez a más de atreviera"
Y ella sa1tó: "Ropa fuera,
y holguémonos cual se debe."
———
Y aquí van un puñado de epigramas que satirizan oficios, tipos y costumbres.
Buscó, a fin de no pagarme,
un tramposo de por vida,
en un letrado salida
para la deuda negarme.
Al fin consiguió su intento
mi deudor, y de contado,
pagó más al abogado.
¡Qué justo agradecimiento!
———
Motejaron a un soldado
de que con impropio alarde
seguía a Venus cobarde
más que al fiero Marte osado.
El replicó: "¡Linda charla!
Antes obro muy prudente,
pues Venus sabe hacer gente
y Marte solo quitarla."
———
Un día en cierta pendencia
me echó un alguacil la traba,
y afianzado me llevaba
por más que alegué inocencia.
Que no me podía librar
de él ni el Papa pensé yo;
más llegó Inés, por mí habló,
desatóme y... eché a andar.
———
Dorotea se sentó
cerca de Tais, cortesana,
y viéndola tan liviana
de ella con gran priesa huyó.
Díjola Tais: "Dorotea,
no huyas con presteza tal;
que no se pega mi mal
sino es a quien lo desea."
———
Por ver lo que respondía,
a una dama de teatro
que el papel de reina hacía,
dije: "Deme, reina mía,
esos brazos que idolatro."
Y ella. que ama su provecho,
dijo: "A1 instante, majito;
pero pagadme el derecho,
que sin tributo, a mi pecho
a ningún vasallo admito."
———
Sin crédito en su ejercicio
se llegó un médico a ver,
y él, por ganar de comer,
ya se ocupa en nuevo oficio;
mas tan poco se desvía
de la aficion del primero,
que hoy hace sepulturero
el que antes médico hacía.
———
Un médico en una calle
el santo suelo besó,
es decir, que se cayó
de su mula, alta de talle.
Empezábale a zumbar
la gente que anda[ba] allí;
y él dijo: "Así como así,
yo me iba luego a apear."
———
A una dama visitaba
un caballero muy bruto
que siempre, sin sacar fruto,
mil libros leyendo andaba.
Ella, habiéndole sondeado,
dijo: "¡Ay! Yo bien lo temía;
que este a su gran tontería
añade el ser porfïado."
———
Yo vi en París un peinado
de tanta sublimidad,
que llegó á hacer vecindad
con el ala de un tejado.
Los gatos que allá reñían
luego que el peinado vieron,
a reñir sobre él se fueron,
y abajo no los sentían.
———
Entrando en los Cayetanos,
una dama a un charro vio
y le dijo: "¿Se acabó
la misa de los villanos?"
Viendo él trazas tan livianas,
respondió: "Se acabó ya;
pero entrad, que ahora saldrá
otra de las cortesanas."
———
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