El diplomático epigramista
Miguel Moreno nació en Villacastín (Segovia), donde fue bautizado el 20 de octubre de 1596. Estudió leyes y fue lo que hoy llamaríamos un alto funcionario. Apreciado por su talento, elocuencia y honradez, formó parte de la delegación enviada por Felipe IV a Roma para presentar un memorial contra los abusos de la curia. Allí murió en la flor de su edad, el 28 de julio de 1635.
Sus obligaciones administrativas no le impidieron escribir poesías y novelas. En lo que aquí nos interesa, el mismo año de su muerte aparecíó impreso bajo su nombre una colección de doscientos epigramas —más sentenciosos que mordaces— titulada Flores de España cultivadas en Roma. Don Adolfo de Castro la publicó en el volumen XLII de la BAE, señalando que los más [de los epigramas] carecen de la viveza necesaria a esta clase de composiciones; quizá consista esta falta en que Miguel Moreno no sabia versificar con facilidad. Aquí ofrecemos al curioso lector una amplia selección.
Los epigramas más interesantes de Moreno son quizás los que hablan de su oficio curialesco:
Mientras que subordinados
tus papeles a otro están, no te congojes, don Juan, si de él fueren enmendados; que, además de lo imperioso, de que le es lícito usar, siempre ha sido el enmendar (si no preciso) gustoso.———
De aquel fantástico necio
nunca hagas caso, Fabricio, que aunque le entona el oficio es por sí indigno de precio. Figurones semejantes, a mi modo de entender, en rigor vienen a ser como los representantes.———
También los que satirizan los vicios de eruditos y sabios:
Porque en tu ciencia has lucido,
intentas con gran pasión
quitar a Andrés la opinión
que primero ha merecido.
Y es error, porque jamás
pudieron otros que vi
(bien que la alcanzan por sí)
quitársela a los demás.
———
Aunque es muy modesto Antón,
en llegando a disputar
no se contiene en mostrar
una punta de ambición.
En él se echa bien de ver
que en otros actos postrarse
suele el docto; mas no andarse
por humilde en el saber.
———
En don Leandro son exceso
los textos y las doctrinas,
pero más las peregrinas
imprudencias de su seso.
Y en tan manifiesto indicio
nos dice su proceder
cuan otra debe de ser
la ciencia del buen juïcio.
———
Ufano y desvanecido
vive Antón de su saber,
hasta llegar a creer
que no es de alguno excedido;
pero aunque mucho se alabe,
más precio (por mi decoro)
lo que yo pienso que ignoro
que lo que él piensa que sabe.
———
Otros epigramas dan prudentes consejos para la vida social:
¿Quieres, Leonardo, vengarte
de Luis, porque reveló
tus secretos, y que yo
te ayude en aconsejarte?
Yo digo que pues tú a ti
secreto no te guardaste,
y a él se lo revelaste,
empieza el castigo en ti.
———
De que aquella acción erraste
estás, Laurencio, penoso,
pudiendo estar muy gozoso
de infinitas que acertaste.
La tristeza con que luchas
es vana, o soy [yo] mal juez;
que no es yerro el de una vez
en quien supo acertar muchas.
———
Conocer al lisonjero
deseas; y para mí,
conocerte bien tú a ti
es el precepto primero.
Con luz tan clara verás
Si en ti ajusta lo que dice,
y si vieres que desdice,
que es lisonjero sabrás.
———
—Miro a muchos anhelando
por grande hacienda adquirir,
y a ti, Pedro, te veo ir
cómodamente pasando.
—Juan, la causa viene a ser
que mi cuidado se gasta
solo en tener lo que basta,
no en lo que puedo tener.
———
Va tan meloso y limado
el memorial de tu queja,
que lugar apenas deja
a lo acedo lo afeitado;
y tan postrado rogar
viene en señores a hacer
que, dudando en el deber,
no crean en el pagar.
———
Dices que de mí murmuran
don Rodrigo y sus secuaces,
y grandes extremos haces
de ver que así se conjuran.
Yo (que con no respondellos
mayor escarnio les hago)
toda queja satisfago
en lo que murmuran de ellos.
———
Siendo Antonio preguntado
qué castigo era bastante
al envidioso, al instante
respondió, bien atinado,
que pues siempre atormentar
es de la envidia el oficio,
solo es castigo a este vicio
darle mucho que envidiar.
———
O satirizan vicios:
Es don Juan con el bufón
vanamente dadivoso,
y a su maestro virtuoso
no le da ni aun la ración.
Pobre virtud, di, ¿qué has hecho
a la suerte y al poder,
pues tal sabandija hacer
puede inferior tu derecho?
———
A ministros de justicia
aborreces, y he pensado
que, pues no te han agraviado,
es o temor o malicia.
Declara, Andrés, si ese vicio
causa (veré si le abonas)
lo injusto de las personas
o lo justo del oficio.
———
Algunos inocentes juegos de palabras:
Que quebró aquel mercader
dice el pueblo comúnmente,
y en sentido más corriente
la quiebra se ha de entender.
Si lucido y placentero
vive, y queda en el lugar,
no es él quien llegó a quebrar,
sino el que le dió el dinero.
———
Tal vez cansado te veo
(sobre viejo), y tu trabajo
dices que es de ir cuesta abajo,
de la edad triste trofeo.
Pero ¡así tu alíento viva,
Antón! que engañado estás;
por el cansarte es que vas
propiamente cuesta arriba.
———
Viendo a la muy gorda Juana
Blas, que no la conocía,
"¿Quien es?" preguntó, y Lucía
dijo que su media hermana.
Él, que el bulto considera
de la cabeza á los pies,
dijo: "Si esta media es,
¿cuál fuera a ser toda entera?"
———
El anterior poema nos recuerda que no podía faltar un poco de misoginia. Unas son feas:
De cincuenta años de edad
parió Claudia un infanzón,
y aunque estuvo en opinión,
no es del todo novedad.
Si bien el pueblo juzgó
(pues de ella se debía huir)
que hizo mucho en el parir,
pero mas quien la empreñó.
———
Muy de día y con sol claro
casó Juan con Dorotea,
y por ser mujer muy fea
obligó el hecho a reparo.
Ella, a quien causa pedia,
dijo que era prevenir
que no pudiese decir
Juan que no vio lo que hacía.
———
Otras, tontas:
Es Juana inocente y pía,
y mirando un Jueves Santo
el prendimiento, con llanto
así al Salvador decía:
"¡Que esto hayamos de tener
cada año, es muy de llorar,
pudiéndoos, Señor, guardar
de que os vuelvan a prender!"
———
Otras, solteras o casadas, buscan solo el dinero:
Bella moza es doña Inés;
mas pónese en tan gran precio,
que ocasiona a su desprecio
lo duro del interés.
Puesto que a algunos desvela,
ve en otros de mejor tasa.
que si con la cara abrasa,
también con lo caro hiela.
———
Puesto que: aunque.
De la codicia insaciable
de Filis te veo quejoso,
y con ser mas dadivoso,
piensas que será curable.
Tu desorden, Pedro, impida
esta regla que en mí vive,
y es, que quien así recibe,
al mismo paso lo olvida.
———
Celia de Antonio quedó
viuda, y dicen que bien puesta;
porque él, aunque deshonesta,
como honrado la heredó.
Pero quien más atinado
discurre en la institución,
dice fué restitución.
porque ella lo había ganado.
———
La heredó: la instituyó heredera.
Y, para acabar, la burla de un judaizante:
Aquel amigo indicado
de que espera lo que vino
da en regalar con tocino,
por simular su pecado.
Él obliga a que se tome;
pero mi atención conviene
en que, aunque es cierto lo tiene,
es dudoso que lo come.
———
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